PROYECTO DE ESCRITURA / capítulos 23 / progreso 80%
CENIZAS DE LA LUNA
XIA RUNNEL
RESUMEN
Mael, un espíritu errante, solo desea conocer lo que los humanos llaman amor y Celina solo quiere huir de aquellos que dicen amarla. Es la última noche del milenio y sus caminos se cruzan cambiando para siempre su destino.
Permanece a mi lado, cuando vaya apagándome.
Y puedas señalarme el final de mi lucha.
Y el atardecer de los días eternos
en el bajo y oscuro borde de la vida…
Alfred Tennyson
CENIZAS DE LA LUNA
Imagina otra realidad donde no me conociste.
Imagina que no me eliges, sobre todo lo demás.
Imagina otro camino donde tus pasos evitaron cruzarse con los míos.
Imagina otra vida donde no sacrificas nada por mí y te alejas cuando debes.
Imagina un lugar donde nunca me amaste y nuestra historia jamás sucedió.
31 – 12 – 1999
Si Mael pudiera dormir, soñaría con el amor; si pudiera elegir, elegiría vivir amando y si pudiera amar, lo haría con todo su ser.
El sonido del televisor inunda la habitación; Mael y Julia no pierden de vista la escena. Aunque ella no puede verlo, oírlo, ni tocarlo, él disfruta de su compañía. Es el último día del año de 1999, faltan algunas horas para que un siglo más llegue a su fin; sin embargo, Julia cree que no hay mejor manera de despedir el año que disfrutando de un maratón de películas; iniciando con Mujer bonita, pasando por Baile caliente, y por supuesto Casa Blanca. La afición de Julia por las películas es una de las razones por las que ella se ha convertido en la persona favorita de Mael en esta nueva ciudad. Vive sola, así que al salir del trabajo y sin falta alguna, todos los días a las seis inicia su maratón de películas.
El departamento de Julia está tapizado de girasoles. Las paredes, las cortinas, el mantel de la mesa, varios objetos decorativos e incluso la pijama que lleva puesta esa noche están repletos de girasoles. Sin embargo, no hay un solo ejemplar vivo, ya que es alérgica al polen. Mael cree que tiene mucho en común con Julia, sobre todo ambos desean lo único que nunca podrán tener: un girasol, un amor.
—Lo va a intentar —dice Julia con la cobija de girasoles azules cubriendo su regazo.
Otra cosa que le fascina a Mael de ella, es que habla, y a veces hasta grita al televisor. Mael no puede evitar leer sus pensamientos, pero prefiere fingir que le habla a él y no al televisor.
—Claro, que lo hará, maldito afortunado —dice Mael en dirección a Julia y sonríe al verla tan atenta.
Es la primera vez que ella ve esa película, y Mael, es la primera vez que la ve con ella. Julia lleva el cabello corto y algo alborotado. La encontró hace unas semanas en un Blockbuster mientras ella se decidía a rentar Breve encuentro, una de sus favoritas o cualquiera de los estrenos del momento. Ese fue el punto decisivo para que él quisiera conocerla mejor.
—No puede ser —dice Julia tapándose la boca con una mano, la que no sostiene la barra de chocolate.
En el televisor, el personaje principal salta de un edificio hacia una nueva manera de existencia, tomando su destino en sus manos. Julia mira: Un ángel enamorado. Entonces Mael nota que uno de sus compañeros se acerca, percibe su presencia antes de escucharlo siquiera.
—Qué tontería, si un peregrino pudiera simplemente saltar y volverse humano, ya no habría ninguno de nosotros —Yozael se coloca a su lado mirando también el televisor.
Mael evita pensar en sus propios intentos fallidos por convertirse en humano. Mientras tanto, en el televisor el personaje sangra por primera vez y ríe histérico por su logro.
—No lo creo —dice Mael con un tono molesto por su interrupción—. Hay quienes se toman demasiado en serio nuestra misión —dice escupiendo la última palabra.
—¿Nuestra? Vaya, es la primera vez que te escucho aceptar que eres parte de esto.
—He encontrado el camino, hermano, gracias a tus enseñanzas —dice Mael, poniéndose en pie y dejando el sillón de Julia.
Yozael le ha arruinado la noche, no tiene sentido seguir ahí. También quiere poner la mayor distancia posible entre ambos. Mientras Julia sigue mirando con ojos vidriosos el televisor, sin sospechar de la presencia de los peregrinos.
—Me alegra ser de ayuda, hermano —dice Yozael sin una pizca de sarcasmo y sigue pendiente de la pantalla—. ¿Y al final vuelve a ser un ángel? —Mael ríe ante la mención de aquella palabra.
A lo largo del tiempo los peregrinos han sido llamados ninfas, musas, ángeles, hadas, gnomos, dioses e incluso fantasmas. Sin embargo, la palabra que mejor los define es: peregrinos, ya que llevan milenios deambulando por este mundo, sin encontrar el final de su camino.
—No, al final sigue siendo humano —dice Mael y al ver que Yozael muestra verdadero interés, añade—: Deberías ver la original de 1987, creo que es mejor, o simplemente soy un nostálgico —recordando la película de Wenders, y disfruta viendo el gesto confuso del otro peregrino.
—Y tu hermano, deberías cumplir con tus responsabilidades en vez de quedarte embobado en este lugar. Ya veo de dónde sacas esas ideas, cupido —dice con desprecio el sobrenombre de Mael. Yozael es consciente de cuánto molesta—. ¿Has cumplido tu cuota? ¿Y dónde está Galadriel? —y solo recibe un levantamiento de hombros como respuesta—. Ve, y búscalo.
—Ahora mismo, hermano —responde enfatizando la última parada.
Mael se dirige hacia la entrada del departamento, aunque le dedica una última mirada.
Yozael viste el uniforme gris, que consiste en una especie de blusón sin forma. Aun así luce hermoso, todos los peregrinos son hermosos como el atardecer, lo que delata en gran parte su condición antinatural.
—Tú y Galadriel están aquí con un propósito y más te vale recordarlo —le advierte y Mael no puede soportarlo más.
—¿Sabes que sí recuerdo? Un pequeño ente perdido, vulnerable y desvalido, que un día me buscó para pedirme ayuda —Mael se detiene, pero sin voltear.
Yozael y él tienen una larga historia, como todos los peregrinos. Que ahora él sea su supervisor le parece ridículo. No ha estado ni tres meses en aquella ciudad y ya desea largarse, aunque esa no es su decisión, nada lo es.
—Sí, también lo recuerdo, era joven e influenciable, en ese entonces creí tus mentiras, Mael, pero ya no más.
—No te engañes, Yozael, eres más ingenuo que antes. Solo eres un peón en su juego —dice Mael retomando su paso.
—Todos somos peones, hermano. Deja de soñar con lo imposible —replica Yozael con tono agrio.
Si Mael pudiera golpearlo, lo haría. En cambio, sale del departamento de Julia, dejándola atrás junto a Yozael. Ya volverá más tarde, solo espera encontrarla despierta para ver el final de su maratón de películas.
Al atravesar la puerta y bajar dos pisos, Mael encuentra en la escalera del edificio a un joven que se dirige hacia su propio apartamento, vive un piso arriba de Julia. Lleva grandes bolsas repletas de víveres, su único pensamiento es: “sobrevivir al apocalipsis”. Mael sonríe, pues no es la primera vez que un siglo llega a su fin, y como siempre hay personas que creen que el fin de la humanidad ha llegado. Si tuviera una moneda por cada vez que se anuncia el apocalipsis, bueno, no le serviría de nada. El dinero no le sirve en lo absoluto a los peregrinos. Lamentablemente, el pobre chico no sobrevivirá ni a su siguiente paso.
Fred, el chico de los víveres, resbala al subir el último peldaño y con el montón de cosas que lleva entre manos no puede amortiguar su caída. El ruido que hace su cráneo al estrellarse contra el filo del escalón es horrible, muere al instante y Mael sabe que su último pensamiento se lo dedica a su hermana, con quien llevaba una década sin dirigirse la palabra.
—Vamos, sal —dice Mael agachándose junto al cuerpo de Fred.
El peregrino espera ver esa pequeña luz ascendiendo. El trabajo de los peregrinos consiste en ser testigos del ascenso de las almas humanas; sin embargo, en los últimos siglos, la mayoría de las veces, ninguna luz emana del cuerpo. Fred, el hombre que yace en la escalera, no ha sido la excepción; nada sale de él.
Resignado, Mael continúa bajando las escaleras; tarde o temprano encontrarán el cuerpo de Fred y no puede hacer nada por él. En otro tiempo, cuando los humanos eran menos, los peregrinos hacían rituales de acompañamiento, oraciones y vigilia. Ahora son tantos los humanos que siempre surge una nueva muerte, irónicamente los peregrinos se han quedado sin tiempo para sus antiguas costumbres. Necesitan contar las luces que emanan de los cuerpos, pero cada vez son menos. La teoría del tribunal, es que las almas se han diluido entre tantos que ya no es posible verlas. Mael no tiene idea y tampoco le importa, solo trata de cumplir con su cuota y no fastidien.
Cuando Mael llega a la planta baja del edificio, se vuelve hacia el espejo de la entrada, espera encontrarse reflejado con su traje azul; una vez más solo ve el vacío, confirmando así su inexistencia en el plano de los humanos. Un insecto vuela frente al espejo acompañado de su doble reflejado, y Mael lo toma como un insulto personal.
—Esto es bastante cruel, ¿sabes? —le dice a la mosca que tampoco se inmuta con sus palabras.
Quiere aplastar al insecto contra su gemelo del espejo, aunque claro, no haría más que traspasarlo y eso sería aún más patético, así que solo observa su vuelo hasta que se pierde de vista. Mael traspasa la puerta del edificio y sale hacia la calle abarrotada, solo para que más seres corpóreos ignoren su existencia. Quizás hoy logre cumplir la dichosa cuota de una vez por todas.
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