cenizas de la luna xia runnel libro portada

CENIZAS DE LA LUNA – XIA RUNNEL

RESUMEN

Mael, un espĂ­ritu errante, solo desea conocer lo que los humanos llaman amor y Celina solo quiere huir de aquellos que dicen amarla. Es la Ăşltima noche del milenio y sus caminos se cruzan cambiando para siempre su destino.

CapĂ­tulos

c1 / c2 / c3 / c4 / c5 / c6 / c7 / c8 / c9 / c10 / c11 / c12 / c13 / c14 / c15 / c16 / c17 / c18 / c19 / c20 / c21 / c22 / c23 / c24 / E /

CAPĂŤTULO 5

Mael y Gala encuentran otros peregrinos que se han reunido frente a un accidente de automóvil y que ha causado un embotellamiento. Aunque no se detienen, nunca son suficientes para acompañar a cada una de las personas, hace años que los humanos los han superado en número.

—¿Has visto a Viamsel? Brondiel y Darrael me han preguntado por él, pero tampoco lo he encontrado recientemente —dice Mael.

—Debe andar por ahí, no es raro que Viamsel decida irse del otro lado del mundo, o tal vez ande oculto en algún sitio. De cualquier forma, Darrael y él terminarán encontrándose; es su compañero.

Mael le da la razón y Gala se detiene para serenar a una señora llamada Denisse, que se encuentra sentada al pie de una escalera sin saber qué hacer. Lleva meses buscando trabajo y esa noche no tenía más que unas latas de lentejas para sus tres niños. Salió a conseguir unos dulces y alegrarles el día, pero le han robado el bolso. Aunque corrió tras el ladrón, no logró alcanzarlo. Gala intenta transmitirle paz, y Mael, al ver que no es suficiente, se une a su compañero. Tras unos minutos, Denisse tiene suficiente claridad para irse a casa, aunque no ha solucionado sus problemas.

Los dos peregrinos llegan a la calle del antiguo hotel, donde una gran fiesta de año nuevo se está llevando a cabo. En la entrada, los reporteros asedian a los asistentes que llegan al recinto en lujosos automóviles.

—Recuerdo cuando aquí solo había un bosque y la cabaña de un anciano que se escondía entre los pinos. Ahora es un hotel enorme en medio de una alborotada ciudad.

—Deagoron, ese era su nombre, tambiĂ©n lo recuerdo —dice Mael como si hubiese sucedido ayer. 

Siglos atrás, Deagoron había sentido la presencia de los peregrinos y los había invitado a pasar a su hogar. No podía verlos, pero sabía que estaban con él.

—Cómo ha cambiado la humanidad. Si dejáramos de existir, las personas ni siquiera se darían cuenta —dice Gala con preocupación.

Mael no contesta, solo continĂşa observando el ir y venir de los automĂłviles. Las personas que llegan a la fiesta, van disfrazadas, ansiosas por celebrar que un milenio ha transcurrido.

—Esta es la parte en la que me invitas a la fiesta y te disculpas por tu seco: quizás otro día. —Gala se inclina para decirlo en voz baja, como si fuera el apuntador de alguna obra y su compañero hubiese perdido su línea.

Mael sonrĂ­e.

—¿Acaso apuntas todo lo que digo? 

—Cada palabra.

Mael avanza hacia el edificio y Gala va tras él. La gente que asiste a la celebración lleva diseños exóticos y otros más sobrios. Gala admira los estrambóticos colores y va escuchando solo algunos pensamientos en los que enfoca su atención. Cuando llegan a la entrada, Mael se percata de que su compañero viste un atuendo nuevo, un vestido de noche igual al que le había visto usar a una chica de cabello morado.

—¿¡Qué?! Sabes que no tengo imaginación para crear algo propio. Y el peregrino que se ve como retrato desde hace más de una década no puede juzgarme —dice señalando el traje azul marino que siempre usa Mael.

—En realidad solo te iba a decir que luces hermoso, pero supongo que ya lo sabes —y sigue adentrándose en la fiesta, dejando a Gala complacido.

En el vestíbulo, Galadriel escucha unos pensamientos muy atolondrados en medio de tanta alegría, que llaman su atención y se detiene. Una chica que lleva un traje sastre y unos tacones altos, está sonriendo a los invitados y saludando; sin embargo, por dentro es un caos. Gala se siente conmovido y se acerca para traerle serenidad.

—Es una chica lista y muy talentosa, solo necesita aclarar su mente y resolver sus asuntos uno por uno —dice Gala a Mael cuando este se acerca—. Gran parte de la fiesta ha pasado a ser su responsabilidad y necesita desesperadamente que dejen de verla como una niña —continúa con un suspiro—. Añora ser tomada en cuenta por sus propios méritos.

Mael también se acerca para conocer sobre la vida de aquella chica. A los peregrinos les bastaba unos segundos para conocer la historia de las personas, incluso pueden hacerlo a distancia, aunque solo sea una visión rápida, rasgos generales de su vida. En comparación con la eterna existencia de los peregrinos, la vida de un humano solo dura un parpadeo. Gala murmura frases de aliento y Mael se aleja de Ailed, que no tardará en serenarse.

Entran al salĂłn donde se celebra la fiesta y pasean entre la gente. Al fondo encuentran las puertas que llevan a una terraza con un pequeño jardĂ­n, donde hay solo un par de mesas y sillas. Está decorado con farolillos y plantas de todo tipo, donde una pareja está conversando y Mael los observa entretenido. 

Raúl es un chico nervioso, que está disfrazado de una especie de superhéroe con capa y antifaz blancos, ahora cubiertos de manchas de colores diferentes. El chico conversa con Tania, quien sigue indecisa sobre si le gusta o no. Ella solo llevaba como disfraz unas orejas de gato y bigotes pintados.

—PodrĂ­a haberse esforzado más en su disfraz, Âżno crees? —dice Gala a su lado. 

—Como dirĂ­a Maquiavelo: “la polĂ­tica no tiene relaciĂłn con la moral” —RaĂşl rĂ­e de su propio comentario hasta que Tania mira hacia otro lado, no le ha causado gracia y ella busca una excusa para escabullirse. Recientemente, habĂ­a sido contratada en el área de finanzas de la revista Glamour Girls y aquel chico era su vecino de cubĂ­culo, pero hasta esa noche no habĂ­an hablado.

—Solo necesita relajarse y dejar de intentar impresionarla, tiene que mostrar su verdadero ser —dice Mael mientras los observaba—. Tengo un presentimiento con ellos dos —y se coloca entre RaĂşl y Tania. 

—Si usaras el mismo empeño en cubrir tu cuota en vez de juntar a los amantes, bueno, no estarĂ­amos confinados a esta mugrosa ciudad —le regaña Gala. 

Sin embargo, Mael lo ignora y está concentrado en usar sus dones para que esas personas encuentren un camino para ser empáticas uno con el otro, sentirse serenos y confiar.

—No es el comentario más acertado que he tenido hoy, ¿eh? —dice Raúl con una sonrisa. No sabe cómo estar cómodo con su propio cuerpo, y Tania lo nota.

—En eso, sí estoy de acuerdo —dice ella con media sonrisa asomándose—. ¿Y qué le pasó a tu disfraz? —pregunta mirando el traje manchado de diferentes colores y texturas.

—No le pasa nada, asĂ­ es. Al salir de casa me encantaba; pero al llegar aquĂ­ me di cuenta de que no encajaba mucho. EscuchĂ© “fiesta de disfraces” y pensĂ© que serĂ­a del tipo Halloween, no una pasarela de moda. 

—Debiste imaginarlo, ya que trabajamos en una revista de moda.

—¡Sí, pero en el área de finanzas! —ambos ríen.

—Bueno, ¿pero de qué te disfrazaste?

—Es mi intento de representar la ley de Murphy, pero como si fuera un poder especial, que seguramente es mi único superpoder.

—Claro, “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. Creo que esa ley se inventĂł basada en mi vida —dice Tania un poco desanimada y suspira.

—¿En tu vida? No lo creo —contesta Raúl por qué en realidad no cree que fuera posible. A los ojos del chico, Tania parece muy segura de sí misma, como si todo pudiera salirle natural—. Se ve que tienes todo bajo control.

—Para nada, ayer tuve el dĂ­a más bochornoso de mi vida, Âżconoces a Julia?…

Ambos sonrĂ­en abiertamente mientras comentan sus desventuras de la semana.

—Cupido —dice Gala como un insulto a Mael, que sigue apoyando sus manos sobre la pareja.

Sabe que le molesta que lo llamen asĂ­; pero no puede evitarlo. Mael se involucra constantemente en los momentos románticos, lo que para la mayorĂ­a de los peregrinos es un desperdicio de sus dones, sobre todo considerando los pocos que son y las terribles cosas que suceden en el mundo. 

—Salvamos más vidas fomentando el amor, que sermoneando. Y solo necesitaban un empujĂłn en la direcciĂłn correcta —Mael tiene una enorme sonrisa y sigue en cuclillas detrás de Tania y RaĂşl. 

Fuegos artificiales estallan en el cielo y la gente dentro de la fiesta comienza a felicitarse por otro año nuevo. Tania y Raúl vuelven a la fiesta, dejando solo a Mael y a Gala en la terraza.

—Cambio de milenio, se siente como si cualquier cosa pudiera pasar —dice Gala, sintiéndose emocionado, como no se sentía desde hacía varios años—. ¿Apostamos sobre el futuro? Creo que en este siglo por fin inventarán una máquina que les ayude a dejar de morir —y en verdad eso desea—. Los peregrinos no le toman cariño especial a ninguno de los humanos, ya que siempre parece tan corto el tiempo que pueden pasar junto a ellos.

—Curiosamente, sus vidas son como esos fuegos artificiales, tan hermosos, pero efímeros —dice Mael admirando las luces del cielo.

—Feliz año nuevo, compañero.

—Feliz siglo nuevo, Galadriel. 

—¡Y feliz milenio nuevo a todos! —grita Gala como si alguien más pudiera escucharlo aparte de su compañero.

—Yo solo espero que pronto nazca un nuevo Charles.

—Tu poeta favorito, ¿aún no has superado su muerte?

—No, sigue vivo en cada palabra que escribió.

Una chica sale a toda prisa por las puertas que daban a la terraza, lleva puestas unas alas blancas, se dirige hacia el barandal del balcón y se sostiene para recuperar el aliento. En un instante, Gala sabe que la chica ha tenido un ataque de pánico y trata de recuperarse.

—Pobre criatura.

—No puedo descifrar sus pensamientos —dice Mael, concentrado en aquella chica—. Como si pensara en un idioma desconocido.

—Eso es imposible. Hemos vivido tanto para ver, nacer e incluso morir, todos los idiomas y lenguas existentes —dice Gala con exasperaciĂłn. 

Entonces Mael da unos pasos más hacia la chica. 

Gala admite para sí que es bonita, nada extraordinaria, pero Mael parece estar contemplando lo más extraordinario de este universo. Receloso sigue a su compañero y cuando está a unos metros, un chico se acerca a ella a paso largo.

—¿Qué te pasa? ¿Podrías ser más cortés y decirme cuándo te vas? —le reclama el chico, ella trata de excusarse pero ni siquiera la deja hablar—. Sé que no me quieres aquí, pero…

—No es eso, solo comencé a sentirme mal y necesita aire fresco —él la mira desconfiado.

—Está bien. Debemos irnos, mi vuelo sale en unas horas —mira su reloj, viste un traje oscuro a medida y por disfraz solo lleva un antifaz, que ahora cuelga de su cuello—. El automóvil de mi padre ha llegado, te llevaré a casa —dice el chico en voz más tranquila.

—Mentiroso —dice Gala con repulsión—. ¿Tampoco puedes escucharlo? —pregunta Gala.

AtĂłnito Mael solo niega con la cabeza y parece concentrado en tratar de descifrar los pensamientos de esas personas.

—Una vez que me pasó con un drogadicto al borde de la muerte, su mente era un caos. Aunque ellos —Gala señala a la pareja— solo han bebido de más.

—Estoy bien. No te preocupes, me irĂ© con Marcos. AsĂ­ lo ordenĂł mi padre —la chica mira sus manos con nerviosismo. 

El chico parece a punto de enfadarse de nuevo, pero se contiene.

—De acuerdo, le pediré a Leni que te acompañe hasta que llegue el chofer.

—No es necesario.

—Claro que lo es, me preocupo por ti —dice él, acercándose aún más y la besa, ha sido más un gesto de reclamo de lo que considera suyo, que una muestra de afecto.

—TĂ­pico, son pareja porque todos creen que deberĂ­an estar juntos. Esto no va a terminar bien —dice Gala como si ya supiera el final de la historia. 

—Clásico —le contesta Mael a Gala y la chica se gira de pronto hacia donde están los dos peregrinos.

—¿Qué sucede? —pregunta el chico, aún con la chica entre sus brazos.

—Nada, creí escuchar algo —la cara del chico solo denota lo irrelevante que es tal asunto para él. Al parecer, no es la primera vez que ella actúa así—. Olvídalo, ten un buen viaje —dice ella y él la suelta.

—VolverĂ© en unas semanas, te llamarĂ© al llegar —ella asiente y Ă©l da media vuelta, marchándose sin mirar atrás. 

La chica lo ve alejarse, pero no parece ver a Mael o Gala, que siguen clavados en aquel sitio. Un momento después, ella se recarga de nuevo en el barandal, se quita las alas sintéticas y las deja tiradas a un lado. Observa atenta hacia la vista de la ciudad, ya no hay fuegos artificiales, solo la enorme luna llena.

—Bueno, eso fue extraño, ¿nos vamos? —pregunta Gala dando media vuelta para continuar con su camino.

Sin embargo, Mael sigue en el mismo sitio observando a la chica. Entonces ve a Mael haciendo lo más estúpido de toda su existencia y Gala entiende que ya ha perdido la batalla.

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