
CENIZAS DE LA LUNA – XIA RUNNEL
RESUMEN
Mael, un espĂritu errante, solo desea conocer lo que los humanos llaman amor y Celina solo quiere huir de aquellos que dicen amarla. Es la Ăşltima noche del milenio y sus caminos se cruzan cambiando para siempre su destino.

CAPĂŤTULO 4
Cameron observa por la ventana del automĂłvil que pertenece a Nicolás Xamar. Aunque prefiere manejar su automĂłvil, subiĂł con Celina para asistir a la fiesta. En realidad solo querĂa alejarse un rato de su padre, pero ahora estaban atorados en el tráfico, no han podido avanzar por la calle. Hay un embotellamiento y el ruido de los cláxones hace rato que se ha intensificado.
—PodrĂamos caminar desde aquà —sugiere Celina, quien tambiĂ©n mira por la ventana de su lado.
AĂşn lleva puestas las alas de su disfraz, cualquier chica lucirĂa ridĂcula, pero ella, muy hermosa, querĂa llevarla a otro sitio y no a la aburrida fiesta de su amiga.
—Ni lo pienses, ÂżcĂłmo le explicarĂ© a tu padre que te saque del automĂłvil blindado para caminar por ahĂ? —Nicolás Xamar se volviĂł más protector con su familia desde que habĂa intentado secuestrar a Celina hace unos años—. Y si mi padre llega a enterarse, me cuelga.
—El Hotel Imperio está a la vuelta.
—SĂ© paciente —la interrumpe, porque de ninguna manera saldrĂan del auto. El chofer darĂa aviso al señor Xamar.
Celina no insiste y observa de nuevo por la ventana y no tarda en ponerse a jugar con el collar que lleva puesto, un gesto nervioso al que Cameron ya se ha acostumbrado, pero que le parece incĂłmodo. El chico desearĂa estar en camino a España, pero su padre le ordenĂł quedarse un dĂa más.
—Y ¿cómo convenciste a tu padre? —pregunta genuinamente mente interesado.
Celina solo salĂa de casa para lo estrictamente necesario y siempre iba acompañada por su familia, el chofer y un guardaespaldas o Cameron. De lo que se siente orgulloso, conoce a Celina de toda la vida y hace cinco años que es su novia oficialmente. Nicolás Xamar confĂa en Ă©l, más de lo que deberĂa. Eliz Xamar, la madre de Celina, está de su lado siempre, lo defiende a capa y espada. Cameron siente gran cariño por la familia de la chica, incluso por Shane, su hermana, que a veces es una pesada.
—Cuando le preguntĂ© a mi padre si podĂa ir a la fiesta de Ailed, asumiĂł que ibas conmigo —explica ella.
—Pues de nada, por aparecer y cubrir tu coartada —dice con una sonrisa, pero ella no lo mira. Él suspira y escudriña la ventana de nuevo.
Tras unos minutos avanzan lo suficiente para doblar la esquina, y el chico se percata que una gran valla de prensa espera a todos los invitados que descienden de los automĂłviles.
—Maldita sea, ¿no podemos entrar, por otro lado?
—No sé, Ailed solo dijo que me puso en la lista con un invitado. Le pedà a Shane que viniera conmigo, pero dijo que estaba ocupada.
—¿Soy tĂş más uno de repuesto? Vaya, quĂ© bajo he caĂdo.
—TĂş deberĂas estar en un aviĂłn.
—¡Ya lo sé!, No es eso, es que… —Cameron se tensa.
—¿Qué pasa?
—Hay una cosa, algo en una de las empresas de mi padre. Hay un escándalo y quiere que mantengamos un perfil bajo. No sé, esta semana ha estado rodeado de abogados y apenas hemos hablado. Luego canceló mi vuelo y ni siquiera me dio una explicación. Solo subimos al maldito auto y me llevó a tu casa.
—Entiendo, y presentarte en una fiesta pública, seguro que llamará la atención.
—Sin duda —están por llegar, y aunque salieran en ese instante del automĂłvil, llamarĂa demasiado la atenciĂłn.
—PodrĂas usar esto —sugiere Celina y le tiende un objeto blanco—, se supone que es parte de mi disfraz.
Cameron toma el antifaz blanco, y a su pesar, se lo coloca, justo a tiempo, pues el automĂłvil se ha detenido en la entrada.
—Por lo menos tu rostro no aparecerá en las fotografĂas —explica ella.
—Señorita Xamar —dice el chofer al hombre que lleva una lista en mano y se asoma por la ventana del automóvil. En cuanto los localizan en la lista, alguien abre la puerta del lado de Cameron.
—Volveré por usted a las doce y media, señorita Xamar —dice el chofer mirando por primera vez a la parte de atrás—. Órdenes del señor Xamar.
—Claro, gracias, Marcos.
—¿Lista? —pregunta Cameron.
Ella asiente y él sale del automóvil para ser recibido por un montón de flashes, pero ya lleva puesto el bendito antifaz.
Se gira para ayudar a Celina tomándola de la mano, y juntos pasan frente a la prensa sin detenerse. En todo el trayecto no suelta a la chica, recordando caminar más lento, primero porque ella da pasos más pequeños y para que no sea tan obvio que están evadiendo a los periodistas. Pasan entre algunas personas que están concediendo entrevistas y al fin llegan al vestĂbulo del Hotel Imperio. Cuando se han alejado de las puertas, Cameron mira alrededor: ahĂ no hay fotĂłgrafos ni reporteros, y se quita el antifaz.
—Bueno, salió mejor de lo que esperaba —dice a Celina, que mira alrededor poniéndose de puntillas.
—¿Te cargo? —pregunta burlándose el más alto que la mayorĂa, y Celina es de las más bajitas de su clase.
La chica lo mira con fastidio.
—Mejor busca a Ailed, deberĂa estar por aquĂ.
—¡Barragán! —lo llama un joven que va vestido con un traje de color fluorescente y demasiado llamativo para su gusto.
Lo reconoce un instante después, es uno de los amigos de Joshua, su hermano menor, pero no recuerda el nombre del chico.
—¡Amigo, qué sorpresa! —dice y choca el puño con el chico.
Ojalá recordara su nombre.
—El Hotel es mi padrastro, asà que no creo necesitar invitación —dice sonriendo—. ¿Ya tienen mesa? Tenemos un VIP en el segundo piso del salón.
—Claro, amigo, gracias —dice sin pensar y luego mira a Celina—. Ya encontraremos a tu amiga —promete al ver su cara de angustia.
—Está bien —responde no muy convencida.
El chico de traje fluorescente los guĂa hacia su mesa y saluda a algunas personas en el camino, algunos son conocidos de Cameron y otros no ubica su nombre. Al llegar a la mesa, una chica llama Leni al chico del traje fluorescente, lo que es un alivio para Cameron, pues no lograba recordar el nombre.
—Cam, ¿y Joshua? ¿No estaba fuera de la ciudad? —Otro de los amigos de su hermano lo reconoce. Pecas, asà le dicen, aunque tampoco recuerda su nombre.
—Si está con la familia, solo vine con mi chica —dice colocando un brazo sobre Celina. Pecas la saluda con un gesto.
Animado por encontrar algunos conocidos, comienza a hablar con ellos. Y no se entera de que Celina se ha sentado en una orilla de la mesa y mira por el balcĂłn que tiene una vista hacia la pista de baile.
El lugar está decorado con telas blancas que cuelgan de las paredes; también cientos de globos dorados y negros decoran las columnas. Celina trata de no pensar en lo incómoda que se siente ahà sentada. Bebe un poco más de su copa a pesar de que comienza a sentirse algo acalorada por el champán; es la tercera que alguno de los meseros le ha llevado. Celina no suele beber, pero está muy nerviosa. Contrario a lo que esperaba, la bebida le ha ayudado a pasar el rato. Esperaba encontrar a su amiga sin problema, pero el lugar está repleto.
<<Estoy en una mesa con Cam, en la zona VIP>>
Lee de nuevo el mensaje de texto que le ha enviado a Ailed, aĂşn no ha contestado. Celina se arregla por centĂ©sima vez las alas sintĂ©ticas que lleva a la espalda, que comienzan a ser cada vez más difĂciles de llevar. Por insistencia de su madre, habĂa usado aquel atuendo y no habĂa encontrado el valor para negarse. Celina observa alrededor tratando de encontrar alguna cara conocida, está a punto de levantarse para ir al baño, solo por tener algo que hacer, cuando al fin ve a su amiga. Ailed ya va a su encuentro.
—¡Te ves increĂble! —dice Celina a la chica, admirando el conjunto que lleva: un traje de lĂneas verticales monocromáticas, blusa morada y corbata negra. Aunque tambiĂ©n lleva una diadema con un micrĂłfono—. ÂżBeetlejuice?
—¡Beetlejuice! —dice Ailed contenta—, y no lo digas una tercera vez. Lindas alas, Celina —y mueve un poco la estructura para acomodarlas.
—Dan una comezĂłn terrible. He pensado quitármelas. PodrĂa ser un cuadro al estilo de Handmann.
—¡MagnĂfico!, y yo serĂ© una pintura abstracta, una al estilo opart. Todos dicen que les marea mi traje. —Ailed la mira con una sonrisa—. Solo espera que encuentre a Kendra para que nos tome unas fotos. ÂżCuándo llegaste? No te vi entrar.
—Hace rato, llegué con Cam, pero hay mucha gente y tampoco te vi —dice y enseguida la sonrisa de Ailed se desvanece.
Celina no tiene que seguir su mirada para saber qué ha visto Cameron. Su amiga y él no congenian para nada.
—Cuando iba saliendo, llegĂł con su padre. ImagĂnate mi cara, mi madre creĂa que me encontrarĂa aquĂ con Ă©l y aparece por el elevador. Lo siento —explica apesadumbrada.
—No te disculpes, de cualquier forma tendremos el resto de la semana para nosotras. ¿Se va a España, no?
—SĂ, su vuelo sale mañana temprano.
—Genial, podemos vernos para desayunar en Dolce.
—Claro, y podrĂ© contarte lo que dijo mi madre —dice Celina recordando lo ocurrido esa mañana y la noticia que tenĂa que darle, pero la cara de su amiga parece preocupada.
—¿Qué te dijo?
—Hablé con mi madre y parece que sà podré ir con ustedes —dice antes de que su amiga imagine lo peor.
—¡¿En serio?! —y Ailed no puede evitar dar saltitos de emoción.
Al tiempo que Celina no quiere romper el encanto, diciendo que aĂşn no lo habĂa confirmado su padre; pero era algo casi seguro. Eliz le prometiĂł intervenir si Celina aceptaba no dejar el ballet hasta terminar la universidad, un pequeño sacrificio que con gusto aceptarĂa si podĂa irse de viaje. Ailed tenĂa ya todo planeado, una de sus primas las habĂa invitado y desde entonces Celina soñaba con pasar unas semanas en libertad. PensĂł que al fin podrĂa ver una parte del mundo por su cuenta, seguramente tendrĂa que reportarse cada hora; pero valĂa la pena.
—Ya no puedo esperar, tenemos mucho que planear. Tenemos que ir al Louvre, te va a encantar.
Un sonido sale de un radio que lleva Ailed amarrado a la cintura.
—Espera, ÂżquĂ© sucede? —dice dirigiĂ©ndose al micrĂłfono de diadema que lleva puesta mientras cubre su oĂdo—. Voy para allá —dice y vuelve a ver a Celina—. Lo siento, esto es una locura. A Ăşltima hora, mi madre pidiĂł que le ayudara. Uno de los chicos está en el hospital y de cualquier forma nos falta personal. Bueno, supongo que es bueno que vinieras con Cameron —dice mirando hacia la mesa e intenta una sonrisa que termina como una mueca.
—No te preocupes, ve, yo estaré aquà —dice, pero Ailed no deja de tener ese gesto de culpa—. Mañana estaremos juntas, ¿desayuno en Dolce? —y su amiga se anima de nuevo.
Dolce bacio es la pastelerĂa-cafeterĂa que les gusta visitar cada vez que pueden. La radio vuelve a sonar llamando a Ailed
—Vale, cualquier cosa, estoy en la entrada norte. Espero poder escaparme un rato para venir a verte —abraza a Celina y se aleja—. ¡No te pierdas la mesa de postres! —grita para que la escuche sobre el ruido de la fiesta.
Celina la sigue con la mirada hasta que se pierde entre la multitud. Regresa a la mesa, donde Cameron aún está charlando con uno de los chicos.
Ella toma de nuevo su asiento junto al balcĂłn y mira a las parejas bailando en la pista. Toma la copa y bebe el resto de un trago.