cenizas de la luna xia runnel libro portada

CENIZAS DE LA LUNA – XIA RUNNEL

RESUMEN

Mael, un espĂ­ritu errante, solo desea conocer lo que los humanos llaman amor y Celina solo quiere huir de aquellos que dicen amarla. Es la Ăşltima noche del milenio y sus caminos se cruzan cambiando para siempre su destino.

CapĂ­tulos

c1 / c2 / c3 / c4 / c5 / c6 / c7 / c8 / c9 / c10 / c11 / c12 / c13 / c14 / c15 / c16 / c17 / c18 / c19 / c20 / c21 / c22 / c23 / c24 / E /

CAPĂŤTULO 4

Cameron observa por la ventana del automóvil que pertenece a Nicolás Xamar. Aunque prefiere manejar su automóvil, subió con Celina para asistir a la fiesta. En realidad solo quería alejarse un rato de su padre, pero ahora estaban atorados en el tráfico, no han podido avanzar por la calle. Hay un embotellamiento y el ruido de los cláxones hace rato que se ha intensificado.

—PodrĂ­amos caminar desde aquĂ­ —sugiere Celina, quien tambiĂ©n mira por la ventana de su lado. 

AĂşn lleva puestas las alas de su disfraz, cualquier chica lucirĂ­a ridĂ­cula, pero ella, muy hermosa, querĂ­a llevarla a otro sitio y no a la aburrida fiesta de su amiga.

—Ni lo pienses, ¿cómo le explicaré a tu padre que te saque del automóvil blindado para caminar por ahí? —Nicolás Xamar se volvió más protector con su familia desde que había intentado secuestrar a Celina hace unos años—. Y si mi padre llega a enterarse, me cuelga.

—El Hotel Imperio está a la vuelta.

—SĂ© paciente —la interrumpe, porque de ninguna manera saldrĂ­an del auto. El chofer darĂ­a aviso al señor Xamar. 

Celina no insiste y observa de nuevo por la ventana y no tarda en ponerse a jugar con el collar que lleva puesto, un gesto nervioso al que Cameron ya se ha acostumbrado, pero que le parece incĂłmodo. El chico desearĂ­a estar en camino a España, pero su padre le ordenĂł quedarse un dĂ­a más. 

—Y ÂżcĂłmo convenciste a tu padre? —pregunta genuinamente mente interesado. 

Celina solo salĂ­a de casa para lo estrictamente necesario y siempre iba acompañada por su familia, el chofer y un guardaespaldas o Cameron. De lo que se siente orgulloso, conoce a Celina de toda la vida y hace cinco años que es su novia oficialmente. Nicolás Xamar confĂ­a en Ă©l, más de lo que deberĂ­a. Eliz Xamar, la madre de Celina, está de su lado siempre, lo defiende a capa y espada. Cameron siente gran cariño por la familia de la chica, incluso por Shane, su hermana, que a veces es una pesada. 

—Cuando le pregunté a mi padre si podía ir a la fiesta de Ailed, asumió que ibas conmigo —explica ella.

—Pues de nada, por aparecer y cubrir tu coartada —dice con una sonrisa, pero ella no lo mira. Él suspira y escudriña la ventana de nuevo.

Tras unos minutos avanzan lo suficiente para doblar la esquina, y el chico se percata que una gran valla de prensa espera a todos los invitados que descienden de los automĂłviles.

—Maldita sea, ¿no podemos entrar, por otro lado?

—No sé, Ailed solo dijo que me puso en la lista con un invitado. Le pedí a Shane que viniera conmigo, pero dijo que estaba ocupada.

—¿Soy tú más uno de repuesto? Vaya, qué bajo he caído.

—Tú deberías estar en un avión.

—¡Ya lo sé!, No es eso, es que… —Cameron se tensa.

—¿Qué pasa?

—Hay una cosa, algo en una de las empresas de mi padre. Hay un escándalo y quiere que mantengamos un perfil bajo. No sĂ©, esta semana ha estado rodeado de abogados y apenas hemos hablado. Luego cancelĂł mi vuelo y ni siquiera me dio una explicaciĂłn. Solo subimos al maldito auto y me llevĂł a tu casa. 

—Entiendo, y presentarte en una fiesta pública, seguro que llamará la atención.

—Sin duda —están por llegar, y aunque salieran en ese instante del automóvil, llamaría demasiado la atención.

—PodrĂ­as usar esto —sugiere Celina y le tiende un objeto blanco—, se supone que es parte de mi disfraz. 

Cameron toma el antifaz blanco, y a su pesar, se lo coloca, justo a tiempo, pues el automĂłvil se ha detenido en la entrada. 

—Por lo menos tu rostro no aparecerá en las fotografías —explica ella.

—Señorita Xamar —dice el chofer al hombre que lleva una lista en mano y se asoma por la ventana del automóvil. En cuanto los localizan en la lista, alguien abre la puerta del lado de Cameron.

—Volveré por usted a las doce y media, señorita Xamar —dice el chofer mirando por primera vez a la parte de atrás—. Órdenes del señor Xamar.

—Claro, gracias, Marcos.

—¿Lista? —pregunta Cameron. 

Ella asiente y él sale del automóvil para ser recibido por un montón de flashes, pero ya lleva puesto el bendito antifaz.

Se gira para ayudar a Celina tomándola de la mano, y juntos pasan frente a la prensa sin detenerse. En todo el trayecto no suelta a la chica, recordando caminar más lento, primero porque ella da pasos más pequeños y para que no sea tan obvio que están evadiendo a los periodistas. Pasan entre algunas personas que están concediendo entrevistas y al fin llegan al vestíbulo del Hotel Imperio. Cuando se han alejado de las puertas, Cameron mira alrededor: ahí no hay fotógrafos ni reporteros, y se quita el antifaz.

—Bueno, salió mejor de lo que esperaba —dice a Celina, que mira alrededor poniéndose de puntillas.

—¿Te cargo? —pregunta burlándose el más alto que la mayorĂ­a, y Celina es de las más bajitas de su clase. 

La chica lo mira con fastidio.

—Mejor busca a Ailed, debería estar por aquí.

—¡Barragán! —lo llama un joven que va vestido con un traje de color fluorescente y demasiado llamativo para su gusto. 

Lo reconoce un instante después, es uno de los amigos de Joshua, su hermano menor, pero no recuerda el nombre del chico.

—¡Amigo, quĂ© sorpresa! —dice y choca el puño con el chico. 

Ojalá recordara su nombre.

—El Hotel es mi padrastro, así que no creo necesitar invitación —dice sonriendo—. ¿Ya tienen mesa? Tenemos un VIP en el segundo piso del salón.

—Claro, amigo, gracias —dice sin pensar y luego mira a Celina—. Ya encontraremos a tu amiga —promete al ver su cara de angustia.

—Está bien —responde no muy convencida.

El chico de traje fluorescente los guĂ­a hacia su mesa y saluda a algunas personas en el camino, algunos son conocidos de Cameron y otros no ubica su nombre. Al llegar a la mesa, una chica llama Leni al chico del traje fluorescente, lo que es un alivio para Cameron, pues no lograba recordar el nombre. 

—Cam, Âży Joshua? ÂżNo estaba fuera de la ciudad? —Otro de los amigos de su hermano lo reconoce. Pecas, asĂ­ le dicen, aunque tampoco recuerda su nombre. 

—Si está con la familia, solo vine con mi chica —dice colocando un brazo sobre Celina. Pecas la saluda con un gesto.

Animado por encontrar algunos conocidos, comienza a hablar con ellos. Y no se entera de que Celina se ha sentado en una orilla de la mesa y mira por el balcĂłn que tiene una vista hacia la pista de baile.

El lugar está decorado con telas blancas que cuelgan de las paredes; también cientos de globos dorados y negros decoran las columnas. Celina trata de no pensar en lo incómoda que se siente ahí sentada. Bebe un poco más de su copa a pesar de que comienza a sentirse algo acalorada por el champán; es la tercera que alguno de los meseros le ha llevado. Celina no suele beber, pero está muy nerviosa. Contrario a lo que esperaba, la bebida le ha ayudado a pasar el rato. Esperaba encontrar a su amiga sin problema, pero el lugar está repleto.

<<Estoy en una mesa con Cam, en la zona VIP>>

Lee de nuevo el mensaje de texto que le ha enviado a Ailed, aún no ha contestado. Celina se arregla por centésima vez las alas sintéticas que lleva a la espalda, que comienzan a ser cada vez más difíciles de llevar. Por insistencia de su madre, había usado aquel atuendo y no había encontrado el valor para negarse. Celina observa alrededor tratando de encontrar alguna cara conocida, está a punto de levantarse para ir al baño, solo por tener algo que hacer, cuando al fin ve a su amiga. Ailed ya va a su encuentro.

—¡Te ves increíble! —dice Celina a la chica, admirando el conjunto que lleva: un traje de líneas verticales monocromáticas, blusa morada y corbata negra. Aunque también lleva una diadema con un micrófono—. ¿Beetlejuice?

—¡Beetlejuice! —dice Ailed contenta—, y no lo digas una tercera vez. Lindas alas, Celina —y mueve un poco la estructura para acomodarlas.

—Dan una comezón terrible. He pensado quitármelas. Podría ser un cuadro al estilo de Handmann.

—¡Magnífico!, y yo seré una pintura abstracta, una al estilo opart. Todos dicen que les marea mi traje. —Ailed la mira con una sonrisa—. Solo espera que encuentre a Kendra para que nos tome unas fotos. ¿Cuándo llegaste? No te vi entrar.

—Hace rato, lleguĂ© con Cam, pero hay mucha gente y tampoco te vi —dice y enseguida la sonrisa de Ailed se desvanece. 

Celina no tiene que seguir su mirada para saber quĂ© ha visto Cameron. Su amiga y Ă©l no congenian para nada. 

—Cuando iba saliendo, llegó con su padre. Imagínate mi cara, mi madre creía que me encontraría aquí con él y aparece por el elevador. Lo siento —explica apesadumbrada.

—No te disculpes, de cualquier forma tendremos el resto de la semana para nosotras. ¿Se va a España, no?

—Sí, su vuelo sale mañana temprano.

—Genial, podemos vernos para desayunar en Dolce.

—Claro, y podré contarte lo que dijo mi madre —dice Celina recordando lo ocurrido esa mañana y la noticia que tenía que darle, pero la cara de su amiga parece preocupada.

—¿Qué te dijo?

—Hablé con mi madre y parece que sí podré ir con ustedes —dice antes de que su amiga imagine lo peor.

—¡¿En serio?! —y Ailed no puede evitar dar saltitos de emociĂłn. 

Al tiempo que Celina no quiere romper el encanto, diciendo que aún no lo había confirmado su padre; pero era algo casi seguro. Eliz le prometió intervenir si Celina aceptaba no dejar el ballet hasta terminar la universidad, un pequeño sacrificio que con gusto aceptaría si podía irse de viaje. Ailed tenía ya todo planeado, una de sus primas las había invitado y desde entonces Celina soñaba con pasar unas semanas en libertad. Pensó que al fin podría ver una parte del mundo por su cuenta, seguramente tendría que reportarse cada hora; pero valía la pena.

—Ya no puedo esperar, tenemos mucho que planear. Tenemos que ir al Louvre, te va a encantar. 

Un sonido sale de un radio que lleva Ailed amarrado a la cintura. 

—Espera, ¿qué sucede? —dice dirigiéndose al micrófono de diadema que lleva puesta mientras cubre su oído—. Voy para allá —dice y vuelve a ver a Celina—. Lo siento, esto es una locura. A última hora, mi madre pidió que le ayudara. Uno de los chicos está en el hospital y de cualquier forma nos falta personal. Bueno, supongo que es bueno que vinieras con Cameron —dice mirando hacia la mesa e intenta una sonrisa que termina como una mueca.

—No te preocupes, ve, yo estarĂ© aquĂ­ —dice, pero Ailed no deja de tener ese gesto de culpa—. Mañana estaremos juntas, Âżdesayuno en Dolce? —y su amiga se anima de nuevo. 

Dolce bacio es la pastelerĂ­a-cafeterĂ­a que les gusta visitar cada vez que pueden. La radio vuelve a sonar llamando a Ailed

—Vale, cualquier cosa, estoy en la entrada norte. Espero poder escaparme un rato para venir a verte —abraza a Celina y se aleja—. ¡No te pierdas la mesa de postres! —grita para que la escuche sobre el ruido de la fiesta.

Celina la sigue con la mirada hasta que se pierde entre la multitud. Regresa a la mesa, donde Cameron aún está charlando con uno de los chicos.

Ella toma de nuevo su asiento junto al balcĂłn y mira a las parejas bailando en la pista. Toma la copa y bebe el resto de un trago.

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