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CENIZAS DE LA LUNA – XIA RUNNEL

RESUMEN

Mael, un espĂ­ritu errante, solo desea conocer lo que los humanos llaman amor y Celina solo quiere huir de aquellos que dicen amarla. Es la Ăşltima noche del milenio y sus caminos se cruzan cambiando para siempre su destino.

CapĂ­tulos

c1 / c2 / c3 / c4 / c5 / c6 / c7 / c8 / c9 / c10 / c11 / c12 / c13 / c14 / c15 / c16 / c17 / c18 / c19 / c20 / c21 / c22 / c23 / c24 / E /

CAPĂŤTULO 12

Celina estira tanto como puede la pierna, lleva un rato calentando y prueba hacer una pirouette, gira sobre su pierna intentando mantener el equilibrio. Tal como lo hizo esa mañana, sin embargo, apenas logra unos giros y debe volver a la posiciĂłn inicial. 

Mantiene aquella pose mientras observa el edificio de enfrente. Aunque vive en el piso más alto, no puede ver más allá de la ciudad, ya pasa de la media noche y algunos de los departamentos del otro lado aún permanecen con luces prendidas. Celina se pregunta si alguien más como ella está en movimiento por no querer estar en su propia mente.

Regresa a la posición inicial y lo intenta de nuevo. Un golpe suave se escucha en su puerta, pero la chica sigue en su rutina: pirouette, arebesque, pirouette. El intruso observa, pero no la interrumpe, sabe quién antes de que hable.

—Feliz cumpleaños —dice él cuando Celina realiza un battement fondu.

La chica se gira para mirarlo, está apoyado en la puerta de su habitación, lleva la camisa y corbata negras, es toda una sombra. Sus ojos grises la encuentran y Celina se pregunta cuándo dejará de parecerle tan atractivo, los ojos de Cameron delataban sus intenciones.

—¿QuĂ© haces aquĂ­? —pregunta Celina cansada. 

Se supone que él estaba con su padre en alguna reunión de negocios o eso había dicho, por lo que no llegaría hasta mañana.

—No quise perderme tu cumpleaños —dice mientras da unos pasos como felino. 

Celina se recarga sobre la barra de madera donde practica. No lo detiene, ni le pide que salga de su habitaciĂłn, su olor invade todo y ella no puede evitar que su cuerpo reaccione. Cameron toma su barbilla y le da un beso suave en los labios.

—Pasan de las doce, técnicamente ya no es mi cumpleaños —dice ella burlándose contra sus labios.

—En alguna parte del mundo sigue siendo tres de diciembre —argumenta aĂşn muy cerca de su boca. 

El chico huele ligeramente a manzanilla. Cameron ama el té, recuerda ella, lo conoce tanto.

—¿Vas a seguir practicando? —pregunta Cameron sobre su oĂ­do. 

La chica ya no puede resistirse, su cuerpo se estremece por la ansiedad de quitar cada capa de ropa que hay entre ellos. Nunca ha probado ningún tipo de droga, pero está segura de que es adicta, y Cameron lo sabe. Celina tiene claro que no es bueno para ella, sin embargo, la hace sentir tan bien.

Él besa su cuello, logrando que ella se suelte de la barra y, en cambio, se aferre a su cuerpo con ambos brazos. Es la señal que necesita para tomarla entre sus brazos mientras se le nubla el pensamiento y recorre el territorio que conoce de memoria. Celina no quiere pensar y Ă©l es una excelente distracciĂłn. Tal vez Cameron a veces puede no estar presente, o no prestarle atenciĂłn, pero cuando están asĂ­, ella es todo su universo; y sabe exactamente cĂłmo llevarla al Ă©xtasis. 

Por una milésima de segundo la chica piensa en detenerlo, decirle que este día ha sido una mierda. Contarle la verdad sobre Mael, cómo la engañó, y aún no tiene idea de cuáles eran sus intenciones. Gritarle sobre lo furiosa que está con él, por no aparecerse antes, sobre todo en la fiesta de cumpleaños de la que se supone que va a ser su esposa. O cómo tuvo que dar mil excusas sobre su ausencia, aun sin conocer la verdadera razón por la que no llegó. Podría contarle cómo Ailed la acompañó todo el día y cómo, afortunadamente, Shane se volvió el centro de atención.

Podría haberlo hecho, en cambio, deja que él la lleve a la cama, que está a unos metros; y cuando él se desliza hasta su parte más sensible, ya ha olvidado por qué era tan mala idea sucumbir a sus deseos.

Celina despierta y todavía no amanece. Cameron duerme a su lado, ahí en su cama que es bastante amplia, él parece invadirlo todo. Es tan sólido y cálido, que se permite cerrar los ojos de nuevo, no quiere despertar y enfrentarse a los acontecimientos. Pero su mente la traiciona y no puede volver al mundo del ensueño, trata de levantarse; él se da la vuelta y la abraza sin despertarse. Celina lo mira dormir, preguntándose, cómo es que podía quererlo y odiarlo al mismo tiempo.

Cameron Barragán habĂ­a estado siempre en su vida, sus familias habĂ­an convivido durante años, Celina podĂ­a recordar al niño flacucho que habĂ­a sido. Cameron era un niño inquieto, inteligente y parecĂ­a no cansarse nunca. Se la pasaba corriendo por todos lados y tenĂ­a un montĂłn de amigos, de cierta forma, aĂşn es asĂ­. En las reuniones siempre la molestaba, le hacĂ­a bromas que a ella no le daban gracia. Cuando sabĂ­a que Ă©l estaba cerca, trataba de alejarse, era fácil ubicarlo. Cameron siempre estaba rodeado de niños y entre ellos sus dos hermanos menores. Celina lo evitaba, pero de algĂşn modo Ă©l siempre la encontraba. 

Así fue hasta que un día de campo, Celina se alejó de los otros niños, era muy tímida y estaba acostumbrada a jugar sola; ya que Shane siempre la rechazaba. Celina caminaba por la orilla del bosque cuando de pronto cayó en una zanja poco profunda, no se había lastimado, pero se quedó llorando, estaba enojada y triste. Entonces Cameron apareció y sin pensarlo saltó para ayudarla.

 â€”ÂżEstás bien?  —preguntĂł Cameron cuando llegĂł a su lado. 

Celina no dejaba de llorar y enterrĂł la cara en entre sus brazos para que no la viera. En realidad, Celina podĂ­a salir sin problema, pero no querĂ­a. CreĂ­a que todos se burlarĂ­an.

 â€”Entonces esperaremos aquĂ­ hasta que alguien venga  —dijo el niño. 

Y se quedĂł a su lado, solo lanzando piedras fuera de la zanja hasta que la madre de Cameron fue a buscarlos.

Desde ese momento, Celina pensĂł que tal vez no era tan horroroso y notĂł que su sonrisa era bonita. Ya no le disgustaba que Cameron la buscara, ni que quisiera jugar con ella, incluso la defendĂ­a de Shane.

 â€”Su nombre es Celina.

 â€”Pues yo le digo, Nina, cara de sapo  —respondiĂł Shane con su muñeca bajo el brazo, aquella que nunca le prestaba a Celina.

 â€”Pero ella no quiere  —replicĂł el chico y ambos voltearon a verla. 

Cameron era el único que la llamaba por su nombre completo, para su familia y todos los que la conocían era Nina. Siempre se sentía más fuerte cuando estaba con él.

Hasta que un dĂ­a, Diana, la madre de Cameron, falleciĂł a causa de una enfermedad en la sangre. AsĂ­ que el señor Barragán, su padre, enviĂł a sus tres hijos con su tĂ­a. Pasaron tres años en los que no supo nada de Cameron. Incluso se habĂ­a olvidado de Ă©l. 

Su vida estaba enfocada en el ballet y en lograr ser tan buena como las demás chicas, Celina se esforzaba tanto para que nadie pensara que estaba ahĂ­ por su abuelo y no por sus propios mĂ©ritos. No pensĂł en Cameron hasta que un dĂ­a regresĂł. 

Estaba muy cambiado, habĂ­a crecido una barbaridad y como era parte del equipo de nataciĂłn, se habĂ­a puesto en forma dejando atrás el cuerpo escuálido de niño y Celina, por primera vez, deseĂł que pasaran más tiempo juntos, sin embargo, no fue asĂ­. 

Él tenía sus propios amigos y ya no la buscaba, ni siquiera en las fiestas de sus padres donde coincidían. Parecía como si nunca se hubieran conocido. Celina creyó que así era mejor, el chico se había olvidado de ella, y con el tiempo dejó de importarle que Cameron no le hablase.

Entonces Theodor Cazares, uno de los amigos de Cameron, comenzĂł a prestarle atenciĂłn. En la clase de fĂ­sica, mientras realizaban un repaso para el examen final, el chico simplemente se sentĂł junto a ella y comenzĂł a hablarle. Theo no era su amigo, ni nada por el estilo, asĂ­ que Celina estaba desconcertada, creyĂł que se habĂ­a equivocado de asiento o la habĂ­a confundido.

—Oye, ¿puedes ayudarme con esto? No logró entenderlo.

Y de verdad no entendĂ­a nada, pero mientras ella trataba de explicarle, Ă©l se dedicĂł a mirarla y de pronto le rozĂł la mano. 

Celina nunca habĂ­a tenido novio, las pocas veces que intentaba hablar con algĂşn chico solo se ruborizaba y se quedaba sin saber quĂ© decir. Y ser hija de Nicolás Xamar no le ayudaba en nada, todos parecĂ­an saber algo sobre ella, pero Celina no sabĂ­a nada de los demás. 

Y ahí estaba Theo, a su lado, con los dedos sobre su mano, Celina estaba congelada. El chico era guapo, de acuerdo con los comentarios de sus compañeras, aunque ella no había pensado en él más allá de ser su compañero de clase. Celina trató de concentrarse y continuó hablando sobre cómo aplicar la fórmula del lanzamiento oblicuo. Dos segundos después, Theo desapareció de su sitio, Cameron había movido la silla con el chico aún sentado, y colocó otra silla.

—¡Ey Theo! Deja a mi chica en paz —dijo Cameron con una sonrisa de suficiencia.

—¿Tu chica? —preguntĂł Celina cuando pudo reponerse de la sorpresa. 

El chico llevaba meses en la escuela y no le habĂ­a dirigido ni una mirada y ahora estaba ahĂ­ sentado como si nada.

—Claro, pero creo que lo importante es que la fórmula que empleaste está mal —ella revisó sus apuntes; y sí, estaba mal.

Con Theo tan cerca, Celina se desconcentrĂł y habĂ­a aplicado incorrectamente la fĂłrmula. 

Pasaron el resto de la clase repasando algunos de los temas que vendrían en el examen y de pronto era como si Cameron nunca se hubiera ido de la ciudad. El chico hablaba y sonreía, se burló de lo mimada que era ella cuando niña y Celina le recriminó sobre la vez que se comió todos los pastelitos, dejando sin nada a los demás.

Al terminar la hora de clase, tomaron sus cosas y salieron. Ya en el pasillo, cuando Celina pensó que todo volvería a ser como antes, Cameron le pasó un brazo sobre los hombros mientras seguía hablando con sus amigos. Durante ese día la acompañó a sus clases y en las que coincidían se sentaba junto a ella, aunque no hablaron mucho más, Cameron tenía amigos en todas partes y se la pasaba bromeando con ellos.

Al final de la Ăşltima clase la tomĂł de la mano, Celina sintiĂł desvanecerse en ese momento. Salieron juntos de la escuela, la chica pudo ver al final de la calle el auto de su padre; Shane ya estaba subiendo y el chofer la esperaba. 

—Tengo que irme  —dijo titubeando, pues no querĂ­a soltar la mano del chico.

Cameron dejĂł de avanzar, se girĂł hasta quedar frente a ella, tomĂł su rostro entre sus manos y se inclinĂł para besarla; pero en el Ăşltimo instante se detuvo, estaba a unos milĂ­metros de sus labios y el corazĂłn de Celina palpitaba a mil por hora. PodĂ­a sentir su aliento cálido y finalmente ella lo besĂł; a su manera, Cameron habĂ­a preguntado si querĂ­a estar con Ă©l. 

Celina nunca se lo dijo, pero esa fue la primera vez que besĂł a alguien. Sus labios eran tan suaves, podĂ­a sentir la fuerza de su cuerpo y lo alto que era. Cuando Ă©l se separĂł, Celina notĂł que tenĂ­a sus brazos alrededor del cuello del chico y lo soltĂł apenada.

—Te veo mañana —dijo con una sonrisa tan amplia que Celina quiso desaparecer y se alejó hacia el auto de su familia, evitando mirar atrás.

A partir de ese dĂ­a, Celina pasĂł a ser la novia de Cameron, y a formar parte de su grupo de amigos. ResultĂł que eran divertidos, algo simplones, pero tenĂ­an un tipo de amistad que Celina nunca habĂ­a conocido.

 â€”Es muy lindo  —dijo su madre durante una fiesta de Halloween.

Cameron iba disfrazado de Superman y la miraba del otro lado del salĂłn. En las reuniones de sus familias, el chico se comportaba y solo hablaban, pero ya todos notaban que estaban juntos.

 â€”No dejes que tu padre lo sepa  —le aconsejĂł su madre y le guiñó el ojo—. Sigue siendo un Barragán.

En ese momento, Celina no lo entendĂ­a, pero los amigos de su padre, no tenĂ­an buena opiniĂłn del padre de Cameron. HabĂ­a conseguido su fortuna con un nuevo tipo de negocio de computadoras, era lo que llamaban un golpe de suerte; incluso su padre lo veĂ­a con recelo como si de pronto SalomĂłn fuese a robarle todo lo que poseĂ­a.

 â€”No tengo nada que hablar con Ă©l  —dijo su padre a su madre, cuando Cameron se presentĂł una noche en la casa de Celina; querĂ­a llevarla a una fiesta, pero ella no tenĂ­a permitido salir de casa sin compañía de su familia.

Cuarenta minutos más tarde, Celina bajaba en el elevador de la mano de Cameron. No solo su padre había accedido a que saliera con él, sino que lo había llamado, un chico visionario. Ella estaba contenta por salir de noche por primera vez y él porque había obtenido la aprobación de Nicolás Xamar.

De un momento a otro su relación parecía cada vez más formal y sus padres habían cambiado mucho con ella: Celina podía salir todos los días en compañía de Cameron. Si iba con él, sus padres no hacían preguntas, es más, se alegraban y ella conoció por fin lo que era sentirse libre de todas las formas posibles, lo amaba y confiaba en él.

Celina creía que toda su vida estaba en orden, hasta que un día, durante una fiesta, Rosa, una de las amigas de Cameron, la acorraló en el baño.

—¿En serio eres tan ingenua? —le preguntó tambaleándose, olía a alcohol y era claro que había bebido de más— ¿Crees que eres especial? La chica de Cam, mejor dicho, la idiota de Cam.

—¿QuĂ© quieres decir?  —preguntĂł Celina, pero una de las chicas llegĂł y se llevĂł a Rosa, a pesar de sus protestas.

—¡Pregúntale a ese imbécil! —gritó Rosa, aunque ya no podía verla.

Claro que cuando confrontĂł a Cameron nego saber de quĂ© se trataba. 

 â€”No sĂ©, Celina, estaba borracha. Rosa siempre está borracha  —dijo Ă©l, aunque no la miraba. 

Celina seguía dudando, así que fue con Shane. Si de algo estaba segura, es que su hermana sabía todo sobre la vida de los demás.

—Nina, ¿en verdad quieres que te lo diga? ¿O quieres seguir teniendo la imagen de tu novio?

—Dime la verdad, Shane, por favor.

—Ay, Nina, todo el mundo lo sabe. Pero creo que es mejor que te enteres por mí. Rosa estaba embarazada.

—Va a tener un hijo de Cameron.

—No, Nina, estaba. Aunque podría haber sido de Cameron, pero deberías preguntarle tú.

Celina pasó el resto de la semana sin ver a Cameron, el chico tal vez la evitaba, y ella se dio cuenta de otra cosa. Sin él no podía salir a ningún lado, el chofer la llevaba a la casa, la escuela, los ensayos y nada más. Trató de salir por su cuenta, pero eso no lo permitirían sus padres.

 â€”Ni hablar  —dijo su madre cuando le preguntĂł si podĂ­a ir a comprar unos pasteles de Dolce—. ÂżShane va contigo?  —preguntĂł y su hermana negĂł con la cabeza sin quitar la vista de la revista que miraba.

 â€”Puedo ir yo sola  —asegurĂł Celina, pero no hubo manera de que su madre accediera.

Cuando fue a ver a su padre, este le preguntĂł por quĂ© no iba con Cameron. 

Al dĂ­a siguiente Celina buscĂł a Cameron, pero no le preguntĂł más. El chico se veĂ­a tenso y preparado para discutir, pero Celina solo se sentĂł a su lado mientras la clase de InglĂ©s daba inicio. Cameron la tomĂł de la mano al salir del aula, y todo siguiĂł como antes, Celina no iba a renunciar a la libertad que tenĂ­a a su lado. 

Ese mismo año, Celina pudo irse de vacaciones con la familia de Cameron, solo los tres hermanos y ella visitaron a su tía. La vida con Cameron era tan distinta que ella dejaba de pensar en las cosas que no le agradaban, podía ser peor. Así, sin darse cuenta, había pasado el tiempo y ahora estaba a punto de casarse con él.

—¿En qué piensas? —pregunta Cameron a su lado, sacándola de sus pensamientos.

—Que ya es tarde.

—¿Qué hora es? —pregunta él mirando hacia las ventanas, toda la habitación está envuelta en tonos azules y grises.

—Son las cinco veinticuatro —responde ella después de mirar el reloj que tiene en la cómoda junto a la cama—. Deberías irte antes que mis padres se levanten.

—Descuida se como escabullirme.

Él se acerca más y mete una mano bajo su camiseta.

—Cam, tenemos que hablar —él le besa el cuello—. Cameron, en serio quiero hablar contigo. Deja de hacer eso y escĂşchame. 

Celina se sienta en la cama, tiene que poner cierta distancia si quiere tener esa conversación, aunque ya está de mejor humor. La chica se pregunta cómo puede cambiar tanto su estado de ánimo cuando Cameron está presente.

—De acuerdo, hablemos —dice él mientras se sienta —. Pero linda, ¿qué voy a hacer con esto? —y señala el bulto que se forma claramente bajo la sábana. Celina se siente tentada a dejarlo para después.

—¿PodrĂ­a contarte cĂłmo tu abuela me dio dinero para comprar un atuendo para la noche de bodas. Supongo que ella sĂ­ esperĂł a casarse para…

—¡Oh, basta! Acabo de imaginar a mi abuela en lencería. En serio, sí que sabes cómo matar el romance.

Celina rĂ­e mientras Cameron se pone de pie, no lleva calzoncillos asĂ­ que puede observar su cuerpo de nadador.

—Y ya que no quieres nada de esto —dice señalándose a sí mismo—. Tendré que darte tu otro regalo —y se acerca al borde de la cama donde había aventado su mochila de viaje.

—¿Y cuál fue mi primer regalo? —pregunta Celina, divertida y curiosa por saber qué le regalaría.

Él no es un chico detallista; y quizás es el tercer regalo que le hace en todo su tiempo juntos. Cameron se sienta a su lado cuidando de que no vea el objeto que oculta.

—Ignoraré tu comentario, porque sé que disfrutaste tu regalo, ¿en qué? ¿Tres ocasiones?

Le da un beso en la mejilla y pone una caja dorada en su mano.

—Esto es demasiado pesado para ser un anillo —dice ella recordando que Cameron le prometió darle un anillo de compromiso.

Celina aĂşn no se atrevĂ­a a llevarlo, puesto asĂ­ que Ă©l volviĂł a poner el anillo de su madre en la cadena y que ahora descansa en su pecho.

—No, no es un anillo, ese aún te lo debo —dice y ella abre la pequeña caja forrada de papel dorado.

Celina sabe que es un casete, pero hasta que termina de devolverlo ve la cara de Cerati en una portada azul.

—¿En serio? Gracias.

Cameron se acerca para besarla, pero se detiene antes de tocarla. Esperando, Celina termina de acortar la distancia y sus labios se unen. 

Celina se levanta para colocar la cinta en un estero pequeño que está en la cómoda al lado de la cama. Regresa a su lugar al lado de Cameron y juntos escuchan las primeras notas. Él la abraza y ella termina con la espalda sobre su pecho.

Cuando Puente inicia, Cameron comienza a cantar, no lo hace tan mal y ella no puede creer que conozca la canciĂłn, pero no dice nada, pues teme que deje de hacerlo. 

Cuando la Ăşltima nota deja de sonar, Ă©l le pone un anillo frente a los ojos; es dorado con un diamante en forma de corazĂłn, y los rayos del sol que entran por la ventana le arrancan destellos.

—¿Esto es lo que querías? —pregunta el chico que aún la abraza.

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