
CENIZAS DE LA LUNA – XIA RUNNEL
RESUMEN
Mael, un espĂritu errante, solo desea conocer lo que los humanos llaman amor y Celina solo quiere huir de aquellos que dicen amarla. Es la Ăşltima noche del milenio y sus caminos se cruzan cambiando para siempre su destino.

CAPĂŤTULO 10
Son las nueve de la mañana y la ciudad se encuentra llena de movimiento. Shane habla por telĂ©fono en la camioneta de su padre, mirando los árboles que están dispersos en el camellĂłn de la avenida, los cuales dan un toque de verde en esa masa gris. Shane no puede evitar fruncir el ceño, aunque esto marque su rostro con lĂneas de expresiĂłn.
—Es tu oportunidad, Shane, deberĂas de estar aquà —dice William al otro lado de la lĂnea.
—Te lo aseguro, si pudiera zafarme de esto, lo harĂa.
Ella mira de reojo a Celina, quien lleva puestos sus auriculares conectados al walkman.
HacĂa dos dĂas que su hermana habĂa anunciado su compromiso con Cameron, el hijo de SalomĂłn Barragán; y desde entonces se habĂa vuelto aĂşn más callada, aunque no es que a Shane le molestara. Solo preferĂa la constancia, nada de sorpresas en su vida.
—Creà que te importaba esto —dice William, su agente y pareja—, pero creo que me he equivocado.
Shane aspira a ser modelo, hoy tenĂa la oportunidad de asistir a una audiciĂłn. William se habĂa enterado al Ăşltimo minuto. Aunque ha conseguido sesiones importantes, su carrera no es la curva en ascenso que ella imaginaba; y ahora que Will era su pareja, todo se habĂa complicado.
—No es eso.
—Adiós, Shane.
—No te atrevas, no cuelgues, Will, ¿Will?, ¡WILLIAM! —grita al aparato, pero él ya no puede escucharla.
—¡Vete a la…! —grita Shane y cierra el telĂ©fono con un golpe. Entonces mira con odio a Celina— ÂżNo podrĂa tu futuro esposo acompañarte? —pregunta a Celina.
La chica la observa con esos enormes ojos avellanos y Shane quiere golpearla, por lucir siempre tan frágil.
—Regresará mañana, tiene que asistir a una reuniĂłn con su padre —contesta bajándose los audĂfonos.
—Claro, yo soy la que la paga —Celina se encoge y Shane solo quiere sacudirla para que reaccione, le enferma que sea tan condescendiente—. Ya tienes a la sombra, ¿no es suficiente con él? —pregunta mirando al hombre que ocupa el lugar del copiloto.
El enorme sujeto llamado Haruto, y que ella habĂa apodado como la sombra, porque era enorme y desde hace dos dĂas no se habĂa despegado de Celina; siguiĂł mirando al frente atento al camino.
—Hablaré con papá.
—OlvĂdalo —dice Shane alzando los ojos al aire.
Nicolás Xamar habĂa impuesto a Shane que acompañara a Celina a todas partes y la ayudará en las cuestiones de la boda. Como hermana de la novia, deberĂa estar contenta, pero a Shane no podĂa importarle menos.
Celina actuaba como si realmente hubiera aceptado a Cameron; sin embargo, Shane sabĂa la verdad. Que SalomĂłn Barragán habĂa condicionado su apoyo a la empresa de Nicolás Xamar hasta que se formalizara la relaciĂłn entre su hijo mayor y Celina.
Eliz, su madre, habĂa ido a contárselo en cuanto llegĂł a casa; no para impedirlo, sino para que Shane tratara de convencer a Celina. Lo que le pareciĂł una bajeza. Incluso quiso advertirle a su hermana, pero nunca contestĂł su llamada; y ahora tenĂa que ser la maldita dama de honor.
A diferencia de Celina, que no regresarĂa a clases hasta mediados de febrero; Shane habĂa abandonado sus estudios, asĂ que no habĂa excusa para no acompañarla.
—Señorita Shane, la calle está cerrada —informa Marcos, el chofer desde el volante. Hay unos letreros de construcción y algunos trabajadores en mitad de la calle—. Tendremos que dar un rodeo para llegar al restaurante.
—Déjalo, tomaremos algo en Dolce —dice Shane mirando su reloj de muñeca—. Si nos desviamos no llegaremos a tiempo.
El conductor da vuelta en la calle y toma un nuevo rumbo.
Shane querĂa desayunar en un restaurante francĂ©s que le encantaba. Ser la maldita dama de honor tenĂa sus beneficios. Para hacerse cargo de la boda de Celina, Nicolás Xamar le habĂa dejado una tarjeta de crĂ©dito empresarial, y algunos gastos personales serĂan necesarios.
AĂşn faltan unas calles para que lleguen a la pastelerĂa Dolce bacio, Shane querĂa encargar el pastel en el club campestre donde se realizarĂa la ceremonia, pero Celina habĂa insistido en que Dolce bacio eran mejores, asĂ que esa mañana tendrĂan que hacer una parada extra. Seguido de encargar las flores que quedaba al otro lado de la ciudad, por lo menos estaba más cerca del teatro donde Celina ensayaba y ella no tendrĂa que ver a su hermana girando como trompo.
Shane tenĂa un dĂa muy ocupado, aun asĂ no podĂa sacarse de la mente a William y su evidente interĂ©s en que fueran oficialmente pareja, algo que no sucederĂa. Era muy atractivo y se divertĂa con Ă©l, pero simplemente no era adecuado. TambiĂ©n detestaba su necesidad de convertirla en modelo de pasarela. Shane era bonita, sin embargo, no tenĂa la complexiĂłn para desfilar; conocĂa sus puntos fuertes y sabĂa cĂłmo sacarles provecho.
La chica suspira y abre una nueva ediciĂłn de la revista Glamur Girl que lleva en el bolso, para hojearla distraĂda, necesitaba pensar en otra cosa. Se arrepintiĂł al instante.
—¡No puede ser! ¡La maldita Simone está en la página seis! —exclama Shane y saca de nuevo el teléfono móvil, marcando frenéticamente en el tosco aparato.
Simone habĂa logrado la campaña para la que ella habĂa hecho una audiciĂłn. AĂşn tenĂa esperanza de realizarla, y no esperaba ver a su nĂ©mesis en la página seis, posando con su perfume favorito.
—El universo me odia —se queja escurriéndose en el asiento cuando el timbre se corta y Will rechaza su llamada.
—¿Qué…? —comienza a preguntar Celina.
—Nina, en este momento no me hables —advierte Shane con los ojos cerrados tratando de calmar su ira.
Lo que menos quiere en ese instante es escuchar a su hermana, en realidad, media hermana que no debe esforzarse por nada. La media hermana que, si tiene un padre que la provee de todo lo que una chica necesita. La persona con la que debe compartir todo, incluso su maldito cumpleaños. No quiere odiar a Celina, pero le fastidia tanto no estar en su lugar, porque si Shane tuviera lo que ella… No, no lo tiene y no puede cambiarlo, se repite asà misma. La chica respira profundo como lo hace cada vez que su vida se altera.
No hay sorpresas, ella es solo Shane la hijastra de Nicolás Xamar, nadie espera nada de ella.
—Shane llegamos —escucha a Celina hablar, pero no abre los ojos.
—Ahora te alcanzo —dice y le entrega su monedero—. Toma la tarjeta y pĂdeme un cafĂ© —dice e imagina que está en medio del ocĂ©ano flotando—, pero si no tiene leche de coco, no quiero —una suave nube que la lleva hacia un cielo de atardecer. Respira—; y una dona de moka.
—¿Algo más?
—Por ahora no.
La camioneta negra se detiene un poco antes de Dolce bacio y Celina abre la puerta antes de que Haruto, la sombra, lo hiciera por ella. DespuĂ©s de que saliera por la puerta de servicio y encontrara a Cameron, su padre habĂa asignado a la sombra para cuidarla.
La sombra, el enorme sujeto que la acompaña a todas partes sin emitir ninguna palabra, se adelanta para abrir la puerta del local.
—Gracias —dice Celina y aunque está harta de sus cuidados, trata de ser amable con él, solo está cumpliendo con su trabajo.
No es algo personal. Aunque empieza a odiar su cara inexpresiva.
El olor dulce de la pastelerĂa la invade abriĂ©ndole el apetito; no habĂa comido aĂşn. Celina se acerca a la barra del mostrador, toma una de las hojas de pedidos y el catálogo de pasteles.
—Si quieres puedes esperar en una mesa. Esto va a tardar —dice a la sombra, porque hay demasiada gente y porque es un sujeto enorme que ocupa mucho espacio, como para permanecer detrás de ella.
La sombra mira a Celina con desconfianza, pero accede y se sienta en una de las mesas junto a la puerta; es diminuta en comparaciĂłn de su cuerpo.
Celina se recarga en una barra lateral donde hay algunos bancos ocupados por otros clientes, encuentra un lugar vaciĂł casi al final y se dedica a elegir su pastel de bodas.
DespuĂ©s de una larga conversaciĂłn con su padre, logrĂł que la dejara ocuparse personalmente de los detalles de la boda, aunque Shane se habĂa visto arrastrada, al menos ya tenĂa una excusa para salir de casa. SerĂa más complicado de lo que pensaba, pero encontrarĂa un abogado para que la ayudara.
No podĂan obligarla a casarse y aunque Cameron le habĂa ofrecido vivir con libertad, su uniĂłn no dejaba de sonar como un grillete.
Celina cumple dieciocho años este dĂa, y eso cambia todo. Silvia le habĂa llevado el desayuno aquella mañana a su recámara y en complicidad le informĂł. «Cambiaron la contraseña, saben que intentĂł salir», dijo la chica tan rápido y bajo que Celina no tuvo tiempo de agradecerle cuando Silvia ya habĂa salido de su habitaciĂłn.
Un momento despuĂ©s, Celina descubriĂł que le habĂa dejado un papelito en la charola; era el nuevo cĂłdigo de seguridad.
Entonces decidiĂł que aunque significara la ruina para su familia, no se casarĂa, ya buscarĂan la forma de sobrevivir. Incluso visitarĂa a su abuelo, lo harĂa en nombre de su padre, lo convencerĂa de perdonarlo y ayudarlo. Hasta entonces debĂa seguir con los preparativos de su supuesta boda.
La puerta del local se abre haciendo sonar una campanilla, Celina suspira y mira alrededor en busca de su amiga. Necesitaba ver a Ailed, aĂşn no habĂa podido contactar con ella. No tenĂa telĂ©fono privado y no querĂa admitir a su madre que lo habĂa perdido en la fiesta. AsĂ que solo podĂa cruzar los dedos para encontrarla ahĂ.
Desanimada termina de llenar el formato del pedido, es la primera vez que un pastel le hace tan infeliz.
Celina se forma en la Ăşnica fila de cobro que hay detrás de otros clientes. HabĂa elegido un hermoso pastel de crema blanca decorado con toques dorados y rosas naturales, tambiĂ©n blancas, panque marmoleado y relleno de chocolate. MentirĂa si dijera que no estaba contenta por el pastel que habĂa elegido, aunque está segura de que no tendrá que probarlo.
—Bienvenida a Dolce bacio —dice una chica sonriente, Fátima, según su gafete.
—Quiero dar un adelanto para este pedido.
Le entrega la hoja a la chica, quien le repite todos los datos para confirmar, realiza el cobro y le entrega su ticket; informando que debe liquidar su pago una semana antes del evento.
—También quiero una rebanada de pastel de chocolate, una dona de moka y dos cafés americanos con leche de coco para llevar, por favor.
—Claro, si quiere puede tomar asiento y en un momento le entregamos su orden —informa la Fátima, le cobra y Celina le da las gracias.
Entonces un chico sale con una caja de pastel para entregar a otro cliente que han atendido antes que a ella.
—¿Mael? —pregunta Celina sin pensar.
Él deja con cuidado el pastel sobre la barra, Fátima la mira curiosa y Celina no puede creer que estĂ© ahĂ.
—Celina —dice Mael y sale detrás de la barra, lleva una playera negra y un mandil rosa, es más alto de lo que recordaba—. PensĂ© que no vendrĂas —la mira como si no fuera más que un espejismo.
—SĂ. Bueno…
Celina se queda en blanco pensando cĂłmo podĂa explicar los Ăşltimos dĂas. Recuerda que le habĂa insinuado que se vieran en aquel sitio, eso habĂa sido tan solo dos dĂas atrás, y parecĂa una eternidad despuĂ©s de todo lo que habĂa ocurrido en su vida.
—Tuve algunos asuntos que arreglar estos dĂas —dice al fin acomodando el broche de su collar.
—SabĂa que vendrĂas —dice Mael con una sonrisa enorme.
—¿Trabajas aqu� —pregunta sorprendida—. ¡Claro, por eso conoces a Ailed! —concluye, puesto que su amiga era literalmente adicta a los muffins de zanahoria y canela del establecimiento.
En ese local habĂa conocido a Ailed hace un año. Mientras Celina buscaba un lugar donde sentarse, la chica la habĂa invitado a compartir la mesa. Un evento que se volviĂł costumbre y llenaba a Celina de alegrĂa. Ailed era todo lo que ella soñaba ser, una chica independiente, viviendo bajo sus propias reglas. Dolce se convirtiĂł en su lugar favorito en esta ciudad, y ahora, con Mael ahĂ, serĂa un destino todavĂa más recurrente.
—No, bueno, sĂ. En realidad, ayer y hoy vino —dice Mael, llevándose una mano a su cabello desordenado, despeinándose aĂşn más.
Celina se distrae mirando los músculos que se forman en su brazo y no termina de escuchar lo que él dice.
—¿CĂłmo? PerdĂłn, es que me sorprende verte aquà —él sonrĂe abiertamente y ella lo hace en reflejo.
—Disculpen, podrĂan continuar su conversaciĂłn fuera de la fila, necesito cobrar —dice Fátima con una mirada exasperada.
—¡Oh! Lo siento —se disculpa Celina y se mueve fuera de la fila.
Y terminĂł aĂşn más cerca de Mael, que tiene unos increĂbles ojos color miel con destellos verdes. Celina comienza a sentirse acalorada, y se queda sin saber quĂ© decirle.
—¿Y qué estás escuchando? —pregunta él con un tono dulce sin dejar de mirarla.
Entonces Celina recuerda que aĂşn llevaba los Walkman en la mano.
—We shane —dice y él parece no reconocer el nombre—. ¿Eminem? En realidad es una mezcla que hice, asà que son varias canciones que me gustan.
—¿Puedo?
La chica dudó un momento, él quiere escuchar su casete, la mezcla que ha hecho y no esperaba que nadie más escuchara. Las cintas que graba Celina son como un diario para ella, delatan sus pensamientos y anhelos. Aun asà le pasa los auriculares y el reproductor de música.
Mael oprime el botĂłn de play concentrándose en la mĂşsica y mirando el walkman, lo que permite a Celina observar al chico con detenimiento. A pesar de llevar solo el uniforme de la pastelerĂa, parecĂa el modelo perfecto para una de esas esculturas griegas. Algo en su porte la obliga a contemplarlo, es hermoso, sus pestañas son tan largas. La forma de sus labios tenĂan algo que le hacĂan querer recorrerlos.
—¡Esta me gusta! ¡While the angels and the devils try to make them their own! —dice en voz demasiado alta a causa de llevar puestos los audĂfonos y ella lo mira con una sonrisa divertida.
—Es de Nirvana —dice articulando mucho para que le entendiera.
Algunas personas se han vuelto para mirarlos.
Celina trata de no prestarles atenciĂłn recordando que las canciones seguĂan en la cinta y ahora se arrepiente de mostrarle su mĂşsica. Esa cinta es demasiado personal.
—Nina, ¿por qué tardas tanto? Necesito ese café ahora.
Celina ve a Shane a solo unos pasos de ellos, se ha olvidado por completo que la estaba esperando.
—Hola, soy Shane, ¿y tú quién eres? —pregunta directamente a Mael.
Al parecer, el chico no ha entendido una palabra, ya que aĂşn tiene los auriculares puestos y mira confundido a Celina.
—Es un amigo, solo estoy esperando nuestro pedido —y mira hacia la barra donde ya está una caja pequeña y dos vasos desechables. Seguramente su pedido— Espera aquà —dice a su hermana y solo le dedica una mirada a Mael.
Pregunta a Fátima si es su pedido. La chica la mira un instante, como evaluándola, y le entrega la orden.
—Olvidó su nota del pedido —dice Fátima entregándole una hojita que detalla el pedido de su pastel de bodas.
Celina le agradece un poco contrariada y regresa a donde se encuentran Shane y Mael.
—Claro, que le encantará que vengas —dice Shane a Mael, que se notaba preocupado—. Aquà viene, pregúntale.
Celina siente un escalofrĂo, pero el chico no habla.
—InvitĂ© a Mael para que nos acompañe a nuestro cumpleaños, Âżverdad que puede venir? —pregunta su hermana, se nota que se está divirtiendo y Celina siente que la piel le arde—. Además, me irá bien un poco de compañĂa mientras Nina va a su ensayo —concluye sonriente Shane y Mael no despega los ojos de Celina.
—SĂ, por supuesto, puedes venir. Bueno, si tĂş quieres —dice Celina y Shane sonriĂł aĂşn más, como disfruta fastidiarla.
—Estás segura, si no podemos vernos otro dĂa —Mael, que claramente entiende que algo pasa.
—En serio, me encantarĂa que vinieras, solo tengo un ensayo y nos vamos, pero solo es una fiesta que organizan mis padres —dice Celina y piensa que en realidad le gustarĂa pasar más tiempo con Ă©l, aunque no de esa manera.
—Solo tengo que avisar a la señora Valensi, ahora vuelvo —dice entusiasmado y camina hasta perderse detrás de la barra.
—¿Estás loca? ¿Por qué lo invitaste? —le reclama a su hermana, y ella toma con calma uno de los cafés que llevaba en la mano para probarlo.
—¡QuĂ© horror! Le falta azĂşcar —Shane y vuelve a tomar otro trago—. Si tengo que soportar ser tu niñera, por lo menos lo harĂ© en compañĂa de un chico lindo. AdmĂtelo y dame las gracias, claramente te gusta.
Celina se ruboriza y está a punto de negarlo, pero su hermana la interrumpe.
—Y no te preocupes, no pienso quitártelo. No me interesa el chico pastelero —mira alrededor como si en aquel lugar oliera a podredumbre y no a pasteles.
—Deja de hacer suposiciones sobre mi vida. Y podrĂas haberme consultado antes.
—Hay, Nina, te conozco demasiado, a mà no puedes engañarme con tu farsa de niña perfecta.
Mael se acerca hacia ellas, aunque ya no lleva el mandil de la pastelerĂa. Shane toma la caja que Celina aĂşn tenĂa en manos y se la entrega al chico.
—Vamos, no queremos que Nina llegue tarde a su primer ensayo del año —dice Shane tomando del brazo a Mael, quien le dedica una significativa mirada a Celina.
La sombra se pone en pie y abre la puerta para que Shane pase junto a su nuevo acompañante y Celina sale del establecimiento siguiéndolos.
—¡No pierdan el ritmo! —grita JoaquĂn, el coreĂłgrafo de la compañĂa.
Celina sabe que ha sido su culpa, pero JoaquĂn no lo dirá. Hace años que la chica sabe que Ă©l no la exhibirá como a las otras chicas. Obviamente, porque su abuelo es el dueño del teatro y el mayor inversor de las producciones teatrales que ahĂ se presentan. Celina es consciente de esto y seguramente todas las demás, por eso cada dĂa se esfuerza más, práctica en casa y nunca falta a los ensayos de la compañĂa.
—Desde arriba, ¡ahora!
Celina y sus compañeras regresan a las filas iniciales, desde ahà puede ver a Mael sentado junto a Shane, que al fin ha dejado de hablar con él. No quiere admitirlo, pero en realidad le preocupa lo que su hermana pudiera estar diciéndole.
—No, no, no. De nuevo —ordena JoaquĂn.
La chica se siente culpable de nuevo, no está concentrada y si no da su máximo, todo el trabajo de los demás se viene abajo. Algunos de sus compañeros tienen un gran talento, pero ella no, debe trabajar al doble para alcanzarlos. PodrĂa haber renunciado, pero la danza le da un espacio de libertad, es donde puede expresarse y se olvida de todo lo demás.
—¡Alto! —JoaquĂn se lleva una mano a la cara, muestra clara de su decepciĂłn— Desde el principio —ordena y todos regresan a su puesto.
Mael y Shane no son los Ăşnicos que miran el ensayo, algunos de los familiares de sus compañeros tambiĂ©n están presentes en la mayorĂa de los ensayos; sin embargo, Celina no puede dejar de sentir la mirada del chico siguiĂ©ndola a cada paso.
—¡No! —grita de nuevo JoaquĂn y golpea con coraje la mesa desde donde sigue el ensayo, tiene la cara roja—. Tomemos un descanso —ordena soltando el aire y todos se dirigen a beber agua.
Celina trata de alejar sus pensamientos de Mael, solo es un ensayo más.
—¿Es el nuevo novio de Shane? —Rebeca, una de sus compañeras, se ha acercado a Celina mientras se limpia la cara llena de sudor.
Hace algunos años los padres de Celina habĂa comprendido que ella no era lo suficientemente buena para tener papeles protagĂłnicos y JoaquĂn habĂa dejado de colocarla por encima de otras más hábiles, por lo que habĂa entablado una relaciĂłn más cordial con algunas de las chicas de la compañĂa, con los chicos siempre se habĂa llevado bien, no compartĂa con ninguno.
—No, solo es un amigo —responde Celina, mirando de nuevo hacia el público.
Entonces ve cĂłmo Shane se levantaba, pero Mael continĂşa sentado.
—¿Vendrás al club más tarde? —le pregunta para desviar la conversación.
—SĂ, el padre de Ofelia nos llevará. Por cierto, feliz cumpleaños —le dice en voz baja y guiñándole un ojo.
Celina solo habĂa invitado a unos cuantos compañeros del ballet, asĂ que no la habĂan felicitado abiertamente. Algunos aĂşn la miraban con desdĂ©n por no creerla digna de pertenecer a la compañĂa.
—¡Vuelvan a sus puestos! —ordena el coreógrafo.
Entonces se encuentra con la mirada de JoaquĂn, está segura de que no le dirá nada directamente, pero es evidente su molestia.
—Por favor, dejen de distraerse. En la presentación de abril tendremos teatro lleno, asà que si no son capaces de soportar algo de público, por favor dejen lugar para alguien que sà pueda.
Celina siente que le arde la piel, toma su posición y se concentra en un punto del teatro por encima del público. Lleva haciendo esto toda su vida, no es más que un ensayo, se repite una y otra vez.
Celina sale de los vestidores rumbo al lobby del teatro, escuchando el resto de la cinta que ha grabado hace una semana, escuchaba Walking in my shoes.
Encuentra a Mael recargado en una de las columnas fuera del teatro, es realmente atractivo y sigue pareciendo una hermosa escultura de mármol.
Shane está al telĂ©fono a varios metros de ahĂ, al final de la escalera hablando y caminando en cĂrculos. La sombra se acerca, no habĂa notado que estaba en el lobby, y ella se dirige a la salida.
—¿Ha sido tan terrible la espera? —pregunta Celina a Mael quien no quita la vista de Shane, ella no pudo evitar sentir una punzada.
—Al contrario, creo que lo haces bastante bien —y nuevamente Celina se siente atrapada por su mirada— No dejes que te afecte lo que ella dice.
—Yo no… —Celina trata de explicarle, pero Mael continúa.
—¿Y ahora a dónde vamos?
El chico la maleta que ella lleva al hombro, dejando un rastro de calor ahĂ donde sus manos han hecho contacto con su piel.
—Al club campestre, mis padres hacen una fiesta para nuestros cumpleaños, de hecho Shane y yo nacimos en la misma fecha pero en diferentes años. Ella cumple veintiuno y yo dieciocho —explicando y mirando hacia su hermana que ha dejado de hablar, pero mira su teléfono móvil— ¿Seguro que quieres venir? Será un poco aburrido.
—Dudo que algo sea aburrido contigo.
Mael está tan cerca y Celina siente el impulso de tocar su cabello y arreglar el mechón que le cae sobre los ojos.
Está acostumbrada al trato de Cameron, que pasaba de la indiferencia y al deseo desenfrenado. La delicadeza y el franco interés de Mael la descontrolan.
La bocina de un automóvil suena. Celina ve que es la camioneta de su padre. Shane está en el asiento del copiloto y toca la bocina. La sombra mantiene abierta la puerta esperando a que suban.
—Vamos antes que nos dejen sordos —dice ella, aunque no puede volver a mirarlo.
Caminan hasta la camioneta, Celina, Mael y la sombra se sientan en la primera fila de asientos y por primera vez escucha hablar a Haruto.
Mael y él entablan una conversación en lo que parece ser una lengua oriental, pero no comprende lo que dicen. Shane marca un número y en cuanto contestan encienden la radio para que no puedan escucharla hablar, pero Celina sabe que es Will; parece que ha arreglado sus asuntos.
—¿Están ensayando la obra de Giselle? —pregunta Mael cuando termina de conversar con la sombra.
Celina tiene que concentrarse en mirar el camino a travĂ©s del parabrisas delantero para dejar de pensar que está solo a unos centĂmetros de ella.
—SĂ, en abril se hará el estreno. De hecho, es la quinta vez que la presentamos, cada año son las mismas obras. El repertorio de JoaquĂn es algo limitado y tiende a lo clásico.
—Te gustarĂa presentar algo diferente.
No es una pregunta, ella tiene que pensarlo un momento, pues nunca se lo habĂa cuestionado. Llevaba toda su vida en la compañĂa de ballet.
—Tal vez algo más moderno, pero no importa lo que yo quiera. La compañĂa es de JoaquĂn, que es un gran coreĂłgrafo. De cualquier forma, cuando entre a la universidad dejarĂ© la compañĂa; la carrera de medicina es muy demandante y tambiĂ©n el ballet lo es, asĂ que no me queda más que dejarlo —pensando en los que eran los planes para una vida que se suponĂa que no tendrĂa, no están seguras de nada en ese momento.
—Que bueno que no suponga para ti una gran pérdida.
—Claro que me duele, pero hay prioridades.
—No te juzgo, solo señalo lo evidente. Eres buena, pero no creo que te apasione de verdad —dice él sin ningún tipo de intención.
Celina por un momento reflexiona sobre las palabras de Mael. En realidad estaba en el ballet porque siempre habĂa sido asĂ. SentĂa la aprobaciĂłn de sus padres y su orgullo, asĂ que siempre se esforzaba. HabĂa sacrificado mucho por el ballet, hasta cuestiones de salud; no podĂa aceptar que habĂan sido por nada.
—Y ¿cuál es tu favorita? —pregunta Mael señalando el walkman que lleva Celina en la mano.
—¿De esta cinta? ¿O en general?
—Ambas.
Celina se pregunta por quĂ© tiene que interesarse tanto, por lo general los chicos que conocĂa hablan de sĂ mismos y nunca le preguntaban sobre lo que ella querĂa o pensaba, no en realidad. Simplemente, daban por hecho que sabĂan quiĂ©n era ella.
Y ahĂ está Mael, este chico que ha salido de la nada, revolucionando todo su mundo, dejando al descubierto las mĂşltiples capas que ella habĂa formado para ocultarse y protegerse.
Él sigue esperando su respuesta sin presionarla. Celina analiza un momento la cinta, en realidad no sabe si tiene una favorita. Entonces busca entre las cosas de su bolso, hasta que encuentra otra cinta que ha grabado, saca la anterior y la coloca en el reproductor.
Mael tomĂł la cinta anterior de su mano y ella le pasĂł los audĂfonos tambiĂ©n. Él observĂł las cintas que lleva en la mochila.
—¿Por qué todas tienen el mismo nombre? —pregunta señalando el letrero escrito a mano sobre el casete: Vivaldi 1.
Celina le hace una seña para que no hable tan fuerte.
—Es nuestro secreto —dice Celina muy bajo. TenĂa varias cintas que habĂa grabado con las canciones que más le gustan, pero que su familia no aprobarĂa—. Tal vez no sea poesĂa, pero definitivamente me enchina la piel —confiesa a Mael y Ă©l escuchĂł cerrando los ojos.
Celina piensa en la letra de aquella canciĂłn, preguntándose si Mael podrĂa entender lo que significaba para ella. Muchas veces habĂa llorado escuchando esa canciĂłn, deseando que su alma se liberase de su piel.
La ciudad de la furia, una pieza de mĂşsica que no solo refleja su sentir en la letra, sino tambiĂ©n en sus notas. Mael parecĂa de verdad estar concentrado, escuchando. Era la Ăşltima canciĂłn de ese lado de la cinta y Celina no supo que se habĂa terminado hasta que el botĂłn de reproducciĂłn saltĂł.
Mael abre los ojos y se le quedaron mirando por un largo rato. Parece entender lo que ella siente, lo desesperada que se encuentra. Nuevamente, cree que él puede leer su mente, o que es capaz de mirar en lo más hondo de su alma.
Entonces Celina podĂa ver algo en sus ojos, no le tiene lástima ni se compadece de ella, es la mirada del entendimiento. Esos ojos que parecen encerrar un universo entero. El chico se quita los auriculares y se los da sin dejar de mirarla. Celina quiere decir algo, pero teme romper a llorar. Sus ojos comienzan a estar vidriosos. AsĂ que se incorpora en el asiento, necesita dejar de mirarlo, se da cuenta de que están entrando a los terrenos del club campestre
—Marcos, ¿puedes llevar a Mael al salón? Shane y yo nos quedaremos en el ala este para alistarnos —dice y mira a cualquier lado menos hacia donde él está.
—Por supuesto, señorita —dice el chofer sin perder de vista el camino.
—¿Tú, vas a alistarte? —pregunta Shane mirando hacia atrás por primera vez desde que salieron del teatro.
—Solo se cumplen dieciocho una vez en la vida —dice Celina retándola a decir una palabra más, Shane se encoge de hombros.