cenizas de la luna xia runnel libro portada

CENIZAS DE LA LUNA – XIA RUNNEL

RESUMEN

Mael, un espĂ­ritu errante, solo desea conocer lo que los humanos llaman amor y Celina solo quiere huir de aquellos que dicen amarla. Es la Ăşltima noche del milenio y sus caminos se cruzan cambiando para siempre su destino.

CapĂ­tulos

c1 / c2 / c3 / c4 / c5 / c6 / c7 / c8 / c9 / c10 / c11 / c12 / c13 / c14 / c15 / c16 / c17 / c18 / c19 / c20 / c21 / c22 / c23 / c24 / E /

CAPĂŤTULO 2

Si Celina pudiera elegir, elegirĂ­a ser libre; si pudiera ser libre, vivirĂ­a bajo sus propias reglas, y si pudiera alejarse, lo dejarĂ­a todo.

Celina camina detrás de Eliz, su madre, mientras los tacones de la mujer repiquetean contra el suelo de mármol. Silvia, la empleada doméstica, las sigue sin emitir ruido alguno. Las tres mujeres avanzan hacia el asesor, ya que el hogar de su familia se encuentra en el último piso de un edificio en el centro de la ciudad. Aunque la vista es increíble, a Celina no deja de parecerle una prisión.

—El chofer pasará por ti, Nina —dice Eliz cuando llegan al final del pasillo. 

Su familia la llama Nina, ya que su hermana mayor solo podía pronunciar su nombre así, tan solo tienen tres años de diferencia.

—No llegues tarde, tu padre y yo te veremos en el salón.

Los nĂşmeros en el panel indican que el asesor aĂşn está en la planta baja y tardará en llegar. Eliz continĂşa con su monĂłlogo, mientras su hija asiente cuando es debido y Silvia aguarda a un lado, quieta como una de las estatuas del pasillo. Todas son esculturas de ángeles, Eliz está obsesionada con ellos. 

Los ojos de Celina se encuentran con los de Silvia, quien desvía la mirada de inmediato. Hubo un tiempo en que Celina trataba de congeniar con los empleados; pero esto solo contribuía a que fueran despedidos, pues en palabras de su madre, “no se les paga por socializar”. No es que su madre necesitará ayuda para encontrar motivos.

—Nina, pon atenciĂłn. No quiero tener que enviar a alguien a buscarte. No sĂ© cĂłmo tu padre permitiĂł que fueras. 

Eliz habla sin parar y, aunque Celina está atenta, prefiere no interrumpirla, ni contradecirla; es tarde y no quiere demorarse aĂşn más. De algĂşn modo todo le ha salido bien hasta el momento y esta noche podrá asistir a una fiesta con su mejor amiga. 

—En mi opinión, Cameron debería venir por ti —demanda Eliz molesta.

Celina se tensa por la menciĂłn de su novio, el que supuestamente la acompañará a la fiesta. El padre de Celina solo ha accedido a dejarla ir asumiendo que Cameron la acompañarĂ­a y ella no ha hecho nada por corregirlo. 

—Si así es contigo ahora, imagínate cuánto se casen.

Eliz deja de mirar a su hija y se acomoda el vestido frente al enorme espejo, se ve hermosa, aunque no deja de fruncir el ceño, marcando aún más la línea de expresión que tanto detesta.

—Aun asĂ­, es un buen partido, Nina. ¡No pongas esa cara, o te saldrán arrugas! 

Celina no planea casarse con Cameron, ni siquiera sabe si seguirán juntos para cuando termine el verano y Ă©l se mude al extranjero. 

—No olvides el teléfono.

—Ya lo llevo, mamá —Celina responde en un tono bajo, mientras el timbre anuncia que el ascensor está a punto de llegar a su piso. 

—Y no olvides… 

En ese momento, la puerta del ascensor se abre dejando al descubierto a dos inesperados pasajeros y a Celina se le cae el alma al suelo.

—¡SalomĂłn! ¡QuĂ© maravillosa sorpresa! Has llegado temprano  —entusiasmada Eliz saluda al hombre de mediana edad que está en el interior del ascensor, y no viene solo, Cameron está a su lado.

Esta noche la familia de Celina celebrará su tradicional fiesta de fin de año en el salĂłn privado de su edificio y sus padres han invitado a la mayorĂ­a de sus amistades y algunos socios de su padre. Incluyendo a SalomĂłn Barragán y sus tres hijos. El menor de ellos, Cameron, novio de Celina. El chico que deberĂ­a estar subido en un aviĂłn y no mirándola confundido. 

—Asuntos de negocios, querida —dice SalomĂłn al entrar y saludar a Eliz con un beso. 

Lo mismo hace con Celina, aunque ella desearĂ­a evitarlo, aquel hombre nunca le ha caĂ­do bien. 

—Acaso hay otros asuntos que no sean negocio —dice Eliz sonriente y Salomón ríe.

—Vaya, es la viva imagen de los ángeles —dice el hombre con su sonrisa torcida y mirando a Celina. 

La chica va disfrazada con alas sintĂ©ticas y una aureola metálica, lo cual le hace sentirse fuera de lugar en ese momento, ya que es la Ăşnica que lleva disfraz. 

—Pero Cameron, no te quedes ahí, entra, querido —dice su madre al chico que sigue recargado en el marco del ascensor con su sonrisa divertida al ver a Celina—. ¿No se verían en la fiesta? —pregunta Eliz desconcertada. Cameron y Celina cruzan miradas, lo que es suficiente para que él entienda la situación.

—SĂ­, solo que mi padre venĂ­a hacia acá y decidĂ­ sorprenderla —dice el chico con la más encantadora de sus sonrisas. 

El señor Barragán estaba a punto de decir algo cuando se escucha del otro lado del pasillo la voz del padre de Celina.

—SalomĂłn, quĂ© bueno que has podido venir antes, y ÂżquĂ© hacen todos aquĂ­ en el pasillo? —pregunta el padre de Celina al encontrarlos frente al elevador. 

Lleva puesto un traje nuevo a medida y se ha afeitado. Lo que alegra un poco a Celina, ya que las últimas semanas lo ha visto deambulando por la casa, desaliñado y preocupado. Nicolás Xamar no es de los que hablan de sus problemas, menos aún con su hija menor. El padre de Celina tiene una calvicie prominente, aunque no deja de ser un hombre bien parecido y más cuando está tan animado. Siempre aparenta tener todo bajo control. Celina se siente menos preocupada por él, ahora por lo menos no lleva un vaso de whisky en la mano.

—Silvia prepara unos tragos —dice Nicolás y la empleada obedece de inmediato a pesar de la mueca que hace su esposa.

—De hecho, nosotros ya nos Ă­bamos —dice Cameron ofreciendo su brazo a Celina como todo un caballero de otro tiempo. 

Ella lo toma un momento después; pero no puede evitar poner los ojos en blanco, aunque solo él puede verlo.

—Fue un gusto verlo, señor Xamar.

—Claro, Cam, nos vemos en la cena —dice Eliz al tiempo que el señor Xamar intenta decir algo, pero se lo guarda.

Mientras, Celina y el chico desaparecen en el ascensor, dejando a sus padres con sus asuntos. Cameron no dice nada hasta que el ascensor cierra sus puertas, reflejando a la encantadora pareja que forman ambos.

—¿Podrías recordarme a qué fiesta vamos? Creo que lo he olvidado —dice él sonriendo.

Sin embargo, Celina percibe su enfado y suelta su brazo.

—No te dije por qué se supone que estarías tomando un vuelo en este preciso instante —dice Celina y se cruza de brazos, en cierta manera se siente culpable, pero también enfadada porque tenía otros planes que no incluían a Cameron.

—Mi padre me pidió que me quedara, aunque no sé para qué, ha estado de mal humor todo el día. Tomaré mi vuelo mañana temprano —dice el chico soltando un suspiro.

Cameron, que generalmente se viste de manera más informal, luce mayor con aquel traje. Celina puede verse reflejada en la puerta del ascensor. Sí, las alas de ángel son un exceso.

—¿Y tus hermanos?

—Joshua llega mañana, fue a casa de un amigo y Dean, volverá hasta la otra semana, está en casa de mi tía. ¿Y por qué las alas?

—La fiesta es de disfraces, y las eligió mi mamá.

—Pues te ves preciosa —entonces Cameron se aproxima. 

Celina puede sentir la electricidad que emana. Y aunque trata de mantenerse serena, no puede evitar sentirse atraĂ­da al chico.

—Gracias, ¿por qué no me dijiste que vendrías a la cena?

—No sé, quería sorprenderte, ¿por qué no me dijiste sobre la fiesta? —pregunta en un tono bajo, aproximando su rostro al de ella, casi rozando sus labios—. ¿Y si no es conmigo? ¿Con quién ibas a ir?

Está a solo unos centímetros de distancia, pero Celina no piensa avanzar.

—Solo es una fiesta del trabajo de Ailed —ella intenta alejarlo, pero Ă©l logra invertir su movimiento y terminan más juntos que antes. 

Y aunque Celina piensa por un segundo en resistirse, no lo logra. Los brazos de Cameron la rodean, sus ojos se oscurecen, Celina no deja de mirar sus labios y finalmente lo besa. El tacto de sus músculos torneados y su aroma a madera la embriagan, y Celina termina enredada entre los besos y las hábiles manos de Cameron. Si hace solo unos segundos lo había empujado, ahora solo desea tenerlo más cerca, y él lo sabe. Cuando Celina es consciente de lo que su cuerpo hace, ya lo está rodeando con sus piernas y puede sentir la urgencia de ambos.

—Podríamos ir a otro sitio, ¿a qué hora debes volver? —dice él contra su cuello, besándolo.

Entonces Celina logra despejar su mente y lo aparta para que la suelte. Cameron lo hace, aunque de mala gana.

—No, vamos a ir a la fiesta. Se lo prometĂ­ a Ailed —dice un poco agitada y se acomoda la ropa ante el reflejo de las puertas, al tiempo que observa a Cameron en la superficie—. Además, debemos estar aquĂ­ para la cena —dice, aunque no se permite mirarlo directamente y Celina puede percibir su mal humor. 

Las puertas del elevador se abren, dejando ver el vestĂ­bulo del edificio.

—Bien, pero me lo compensarás otro dĂ­a —dice el chico mientras salen del ascensor. 

—¿Por qué?

—Por llevarme a una aburrida fiesta y cubrir tu mentira «angelito».

—Adelante, por mĂ­ puedes regresar y aburrirte allá arriba —dice Celina con una sonrisa. 

Sabe que Ă©l preferirĂ­a estar en cualquier otro sitio que con sus padres hablando de viejos tiempos y la terrible situaciĂłn actual. Cameron entrecierra los ojos, pero no replica, en cambio, le abre la puerta hacia  la calle y el auto que ya los espera.

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